Capítulo Ocho.

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—Se agotó el tiempo, entreguen sus exámenes.

Respondí con mucha rapidez la última pregunta que me hacía falta, luego le entregué el documento a la profesora. Dos chicos y yo éramos los únicos que hacíamos falta, el resto había terminado hace más de veinte minutos.

Casi fallezco cuando llegué al salón de clases y el examen había iniciado, fue peor al ver cómo todos me miraban sorprendidos por mi impuntualidad. Mi racha de llegar veinte minutos antes a un examen había sido dañada con mi retraso.

—¿Lograste responderlas todas? —ambos chicos se acercaron a mi, no obstante, solo Juan me hablaba.

No teníamos una amistad para decir que podría hablar con ellos, no mantenía ese tipo de relación con ninguno. Les conocía sí, pero éramos solo compañeros de clases. No me interesaba entablar conversación con Juan teniendo en cuenta que desde un inicio siempre intentó coquetear conmigo.

—Sí.

—¿Apesar de haber sido la última en llegar?

—El que llegara tarde no iba a ser impedimento para responder las preguntas. Me costó más que al resto si, pero eso solo fue un impulso para lograr sacar la nota que deseo.

No deseaba responderle de manera grosera, no obstante, tenerlo a mi alrededor solo sacaba mi peor lado en la vida, el mismo lado que aparecía cuando Matías se encontraba cerca.

Ese ser humano estaba en mi lista negra de personas que definitivamente no debía encontrarme en el camino o de seguro mi día sería una montaña rusa. Sí, debía estar bien lejos de él si quería solo ir en línea recta.

—Parece que no estás de humor hoy tampoco, lo mejor sería alejarme si deseo seguir viviendo. Suerte en el próximo examen.

Juan se alejó cabizbajo, mi corazón se oprimió solo un poco, lo único que quería era mantenerlo lo más lejos posible de mi. Aunque fuera un buen chico, prefería no tener sentimientos por alguien. Mi vida estaba bien hasta ese momento, y así debía seguir.

Mi móvil vibró entre mis manos, el nombre del remitente se dejó ver en la pantalla, sin muchos ánimos leí el mensaje de Amanada y luego le respondí. Al igual que yo, Amanada se encontraba en temporada de exámenes.

—No entiendo, ¿dices que es amigo de tu hermano, quien tiene doce, y que nunca antes lo habías visto por el condominio?

—Es lo que dije.

—¿Además lo viste en paños menores?

—Eso fue un accidente...

—Pero lo viste.

—Nunca imaginé que su habitación daba con la mía mucho menos que estaba dándose un baño. No soy adivina para saber eso.

—Pero no quita el hecho de que has visto al vecino arrogante pervertido buen mozo y con buen cuerpo que es amigo de tu hermano y que tú no soportas como Dios lo trajo al mundo.

Escondí mi rostro entre mis manos, queriendo que apareciera algún platillo volador, me raptara y me dejara en un mundo alterno en donde yo no conocía a Matías. Estaba exagerando, siendo dramática, pero mi realidad decía lo contrario.

Estaba segura de que algo había cambiado desde el día uno en que él apareció en la vida de Ramsés, no descartaba la posibilidad de que podría pasar lo mismo conmigo. Era algo que no se podía evitar, como una historia de romance.

Amanda veía mi sufrimiento como un historia de comedia, disfrutaba el ver como mi cabeza armaba un lío y hacía que mi vida se volviera patas para arriba, además de que anhelaba ver cómo sería el final de todo. Yo solo quería que ese hombre no siguiera apareciendo en nuestras vidas.

Un Regalo De Dios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora