Jehová cumplirá su propósito en mí;
Tu misericordia, oh Jehová, es para siempre;
No desampares la obra de tus manos.
Salmos 138: 8.Matías.
—Dios te bendiga Matías, lamento mucho llegar tarde, ¿esperaste demasiado?— pregunta el señor Castro echando la silla hacia atrás para sentarse frente a mi.
Le dedico una sonrisa antes de inclinarme y estrechar su mano para responderle en la misma medida.
—Un poco, pero no hay problema.
Lo cierto era que había estado esperando por él solo diez minutos desde que llegué y ya quería levantarme y regresar por mi camino. Esto de esperar por las personas no se me daba nada bien, y él y sus hijos tenían el hábito de hacerme esperar mucho tiempo, especialmente la dulce bestia. Literalmente, llevaba esperando por ella poco más dos años desde el día uno en que la conocí.
Sinceramente seguiría haciéndolo, no tenía prisa alguna, con ella todo era y debía ser de esa forma.
—El trabajo se me complicó más de lo normal, por eso demoré. De no ser por la ayuda Ruth aún estuviera en casa.
—¿Y cómo va?
La salud de Ramsés Castro había mejorado en gran medida desde que inició con el tratamiento para su enfermedad, si bien muchas veces se lo pasaba agotado y sin ganas de levantarse mientras que otras estaba tan sonriente que hasta salir a por un café le daban ganas. Con su trabajo era igual, lo hacía desde casa y evitaba llenarse mucho de él, Ruth solía ayudarle la gran mayoría del tiempo con lo que podía, muchas veces le había pillado haciéndolo en su puesto.
No decía nada, después que se dedicara a lo que estudió o al menos algo que tuviese que ver con eso no tendría problema alguno. Durante los últimos meses me había demostrado que podría hacerse cargo de sus estudios, un empleo y su familia al mismo tiempo. Claro, las manchas debajo de sus ojos se habían vuelto más notorias por la falta de sueño y por el cansancio que todo ello traía. Sin embargo, seguía insistiendo en que podía hacerlo.
¿Quién era yo para detenerla?
Desde esa noche en la que lloré en sus brazos algo entre nosotros cambió, pues ella me mostró algo a lo que me negaba a creer y de lo cual he ido aprendiendo poco a poco. Me indicó lo correcto y yo sin rechistar lo hice. Cuando regresé a mi apartamento, en la soledad de mi habitación, doblé rodillas e inicié una conversación sin saber si sería escuchado o no.
Demoré mucho ahí, al inicio no sabía que decir pero luego que inicié las palabras comenzaban a salir por si solas y ya no sabía cómo detenerme, para cuando terminé sentía que aquel gran peso que cargaba en mi corazón dejaba la sensación de vacío y calma. Reconocí a alguien y aunque aún me hacía falta mucho por conocer y aprender, no me arrepentía de haberlo hecho.
Ese día decidí no ir a la empresa y preferí quedarme en mi apartamento analizando el error que estuve a nada de cometer. Si, antes no me arrepentía de ningún trabajo que hacía, pero ese día lo hice. Lo hice sin rechistar.
En esa conversación no solo reconocí mis errores, sino que después de pedir perdón supliqué por la vida de mi hermana. Si Dios era tan poderoso como decía Ruth, entonces le encomendaba a mi Clara para que cuidara de ella y le levantara de donde estaba. Era tan doloroso para mí saberla sufriendo que terminé con lágrimas en mis ojos después de pedir por ella.
Era mi pequeña hermanita y todo lo que le sucediera también me sucedía a mi. Era mi única familia y no quería perderla.
El siguiente fin de semana a ese acontecimiento, Ruth me invitó por primera a su iglesia pero tuve que declinar por trabajo. Alguna tontería pasó con una de las empacadoras de la hacienda que me tocó viajar a solucionarlo. Fue la única vez que ella lo hacía a comparación con su hermano y su padre que solían hacerlo siempre que podían.
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Un Regalo De Dios.
Lãng mạnRuth y Matías viven en el mismo condominio, comparten el mismo número de piso y de apartamento, la única diferencia es que ella vive en la primera torre y él en la segunda. Ramsés es el hermano menor de Ruth, quien suele ser tan despistado la mayor...