Capítulo Uno.

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Ruth.

Toqué la última nota de la canción en el piano, Amanda me sonrió y aplaudió con emoción cuando dejé de mover mis dedos. Siempre era lo mismo, todo le emocionaba, incluso si ya había escuchado la misma canción tantas veces en que la habíamos tocado en los cultos o ensayos del grupo de música de la iglesia. Pero así era ella, le emocionaba darnos ánimos.

—¡Eso fue asombroso!— habló eufórica.

—Sería mucho mejor si la cantaras tú.— dije intentado que entrara en razón para que cantara la canción en lugar de mi.

—Pero qué dices, ¡tú lo haces genial! Además, todos están cansados de escucharme cantar.

Como si alguien pudiera cansarse de escuchar una melodiosa voz como la suya, un claro ejemplo de ello era el baterista de la iglesia, David, quien ha estado enamorado de mi mejor amiga desde que éramos unos chiquillos que corrían por toda la iglesia hasta que el pastor dijera que nos pondría en disciplina por estar corriendo dentro del templo. Lo cual nunca pasaba, claro está. Quizá por eso siempre le gustaba escucharla cantar, yo, sin embargo, estoy esperando con ansias su boda.

—David no se cansa de escucharte.

—¡Eso es cierto!— alzó la voz el susodicho desde el otro extremo del altar.

—David no cuenta, él debe escucharme porque le toca, sino me caso con otro.

Sonreí al escucharla, ella no se casaría con otro ni en sus sueños, ese joven fue el que Dios destinó para su vida, es su idóneo. Y nadie puede destruir lo que Dios ha decidido unir.

—Pobre David, lo que le tocó por esposa.

Bromeo, siempre lo hago, me sale natural el hacerlo cuando estoy junto a ellos, muy distinto a cuando estoy rodeada de mis compañeros de clases, ellos son... distintos, por eso no logro adaptarme a su sistema a pesar de haber pasado ya casi tres años desde que les conocí.

—¡Oye! Él ha tenido mucha suerte.— renegó haciendo un puchero.

—Claro. Mucha suerte ha tenido el pobre David.

Bajé del escenario y me dirigí hasta la cocina en donde tomé una botella de agua de la alacena, doy las gracias silenciosamente al hermano Iván por tal gesto de estar pendiente a cuando se agotan las botellas de agua.

Me gustaría decir que alguna vez creí estar enamorada de él, pero con el tiempo se me pasó el enamoramiento, quizá sea porque se comprometió con una chica de otra iglesia. Mi corazón sufrió una silenciosa ruptura amorosa por su culpa.

—Pero ya, seriamente hablando, cantas hermoso Ruth, no entiendo porqué no te gusta cantar en eventos como el de mañana.

—Pánico escénico, ¿quizás?

—Ambas sabemos que no es eso.

Me mantuve en silencio, sin saber qué responder. Amanda había dado en el clavo, en ese tema que prefería no tocar nunca para no remover fibra sensible en mi. Y eso ella lo sabia muy bien, pero era tan buena amiga que le importaba poco si me dolía o no hablar sobre ese tema.

—Chicas— interrumpió David nuestra conversación.— El pastor las está buscando.

Fui la primera en salir. Amaba a mi amiga, pero había algunas cosas que no lograba contarla del todo.

El momento de llegar a casa era algo que verdaderamente disfrutaba, descansar y practicar en el piano realmente me agradaba. Mi habitación era mi templo personal, mi refugio, en donde yo entraba en intimidad con mi amado Dios.

Iba tarareando una de las tantas alabanzas que nos gustaban cantar, una que hace un tiempo yo era quien la cantaba en los cultos.

Yo te adoro Señor, con todo mi ser.
Yo con Salmos te alabaré.
Yo te adoro Señor, con todo mi ser.
Todo el día te alabaré.

Pues tú glorioso eres Señor,
Y tu nombre es digno de alabar.
Has mi corazón puro y santo ante ti.
Yo te adoro con todo mi corazón.

Entré a casa volviendo a encontrarla vacía, para esta hora Ramsés tendría que haber llegado, pero como venía sucediendo desde semanas atrás, mi pequeño hermano no se encontraba ahí.

—Espero que tengas una muy buena excusa esta vez niñito.— dije enfadada saliendo del apartamento para buscarlo por el condominio.

Mi hermano se estaba pasando la raya y antes de que mi padre me reprendiera por permitirle tantas travesuras al mocoso, prefería averiguar en qué estaba metido un niño de once años como para andar fuera de cada muy seguido.

Llamé a su móvil un par de veces, sin tener resultado alguno. Empezaba a preocuparme. Iba a intentar una última vez cuando lo encontré caminando por la entrada principal del condominio acompañado de un sujeto extraño.

—¡Ramsés Alexander Castro! ¿En dónde has estado metido? ¿Por qué no contestabas mis llamadas? ¿Quieres que muera de un infarto a tan corta edad por tu culpa?

Debería estar pareciendo una completa lunática frente al desconocido que acompañaba a mi hermano, pero eso era lo menos importante para mi en ese momentos. Mi enfoque estaba en el niño que había salido sin permiso de casa y que se supone está bajo mi cuidado.

—¿Es tu hermana?— preguntó el chico con pinta de ser alguien en quien no se debe confiar. Pero de algo estaba segura, si mi hermano le hablaba era porque confiaba en él, además ¿quién era yo para juzgar a alguien por su manera de vestir?

—Si, y creo que está molesta.— hablaban frente a mi como si no estuviera presente, algo que lograba irritarme rápido.

—También lo creo. Pero bueno, aquí me pierdo yo. Hasta pronto pequeña bestia.

¿Pequeña bestia? ¿Había llamado a Ramsés bestia? ¿Quién era él para tratar a mi hermano con tanta confianza?

Entonces, cuando por fin reparé en él, me di cuenta que era aquel sujeto de que alguna vez Leslie había estado babeando y soñando cuando recién se mudó a uno de los edificios del condominio. Su cabello variaba entre castaño y rubio, su nariz perfilada, la poca barba de unos días que adornaba su mandíbula, sus ojos achocolatados, y ese inusual estilo de chico malo y mujeriego que sobresalía por sobre todo lo demás.

Repitiendo lo mismo que dijo Leslie cuando se enteró de su existencia, el hombre estaba guapo, no para morirse pero si para tener a muchas mujeres a sus pies.

Gracias a Dios yo no formaba parte de esa lista.

—¿Quién es él, y por qué venían juntos? Es más, ¿a dónde habías ido y sin avisarme jovencito?

—Es mi nuevo mejor amigo, aunque él no lo acepte, y veníamos de GPS, te dejé una nota pegada en la puerta de la nevera.

Claro que no había visto dicha nota porque no entré hasta la cocina, sino que al no verlo en casa salí a buscarlo por todas partes entre molesta y preocupada. Debería empezar a prestar más atención de lo que sucede a mi alrededor.

—¿Qué hacías en GPS?

GPS era una cafetería que contaba con una sala para los aficionados de los videojuegos, también una pequeña librería y una sala de internet. Era el lugar favorito de mi hermano, además de ser el único en donde hacían una gran súper malteada que a él le encantaba.

Me mostró el envase de la malteada la cual ya estaba a medio camino de ser terminada, la boca se me hizo agua al ver el contenido. Intenté sacarle un poco de información de su nuevo amigo, el cual yo quería mantener alejado, pero lo único que conseguí fue lo mismo que ya sabía.

Al parecer, aquel sujeto era más reservado que yo.

Pues bien, aquí iniciamos con mi nuevo proyecto. Espero que les guste y no olviden comentar sobre qué tal la historia.

Besos.

Un Regalo De Dios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora