Capítulo Nueve.

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Ruth.

Frustración.

Esa era la palabra que definía perfectamente el estado en el que me encontraba al momento de ingresar a mi habitación. En otras palabras, me frustraba el tener a Matías cerca. Algo que él disfrutaba.

Debo mencionar que la llegada de Leslie terminó siendo diferente a lo que yo pensé cuando me vi siendo afectada, mientras que a Matías le pareció una buena oportunidad para fastidiarme. Además del hecho de que mi magnífico hermano menor lo invitara a lo que sería una agradable tarde entre hermanos, también se tuvo la grandiosa idea de invitarlo a cenar.

Fue como sumarle una carga más a mi gran saco de frustración.

No pude negarme, aunque fuera lo que más deseaba, no cuando Ramsés Castro apareció en el vestíbulo tomándome por sorpresa cuando estuvo de acuerdo con el menor. Sigo creyendo que ha sido todo un complot bien planeado por Matías hacia mí.

Bien, admito que estoy exagerando, pero si se ponen en mi lugar quizá dirían que tengo razón... como también podrían decir que no.

Matías puede mostrarse como una persona que no mata una mosca, pero mi criterio me dice que esconde algo bajo esa máscara de sarcasmo que muestra la gran mayoría del tiempo. Sí, soy consciente de que estoy juzgando a una persona sin antes permitirme realmente el conocerle, no obstante, no es mentira que desde un principio lo único que él ha hecho es molestar y dañar mi estabilidad emocional.

Inconscientemente me detuve frente al ventanal de mi habitación, abrí las cortinas y miré el edificio de al lado, específicamente a la ventana de la habitación de dicho ser humano insoportable el cual se encontraba en la sala de estar de mi casa conversando de sabrá Dios qué con mi padre.

Me preguntaba que tipo de relación tenían como para tener algún tema de conversación entre ambos.

Cuando me disculpé con la excusa de que debía terminar un proyecto final, la mirada divertida de Matías me advirtió de que había sido descubierta en mi intento de huida. Terminé molesta por tres.

Un día muy caótico.

No noté cuánto tiempo pasé observando aquella ventana ni cuándo fue que me senté en el pequeño sofá al lado de la misma, sino hasta cuando mi padre llamó a mi puerta. Como toda una delincuente cubriendo su delito, rápidamente coloqué la portátil en la cama y esparcí algunos libros para que fuera más creíble.

—Te traje algo de comer.

Un plato lleno de galletas y una vaso de jugo estaban sobre una bandeja entre las manos de mi papá.

—Aw, pero que padre tan maravilloso tengo.

—Has estado encerrada aquí desde hace un buen rato, ya hasta ha oscurecido, pensé que lo necesitarías.

¿Oscurecido? ¿Tan rápido?

Excelente, ahora me pierdo en el espacio exterior por culpa de ese cavernícola.

—Ya me conoce: soy una adicta a la responsabilidad.

—Aw, pero que hija tan maravillosa tengo.

Reí cuando imitó mis palabras, recibiendo de su parte lo mismo, tomé la bandeja y la deposité en la mesilla de noche. Luego mientras leo un poco, comeré de esas ricas galletas de chispas de chocolates que me dicen a gritos: ven, cómeme, soy tuya.

De acuerdo, eso sonó raro o yo estoy siendo demasiado dramática últimamente.

—Gracias papá.

—No hay de qué pequeña. Te dejo para que sigas con tus deberes.

Me sentí mal al saber que estaba mintiéndole al hombre más importante en mi vida. Debería empezar a dejar los pies sobre la tierra y no intentar enloquecer por culpa del vecino sarcástico y engreído del piso veintidós de la primera torre.

Un Regalo De Dios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora