El caos comenzó en menos de cinco minutos. En la sala de Vigilantes no se escondió la emoción de lo recientemente sucedido, celebrando la muerte de otro tributo. Sabían que, cuanto antes murieran, antes dejarían de trabajar y tendrían un sueldo asegurado para el resto de sus vidas.
Sin embargo, dos de los Vigilantes perdieron la compostura.
—¡¿QUIÉN HA SIDO?! —gritó el señor de pelo ceniza, girándose con una mueca asesina. Toda celebración ceso, pasando a un silencio sorprendido.
La Vigilante jefe miraba aturdida las pantallas. ¿Cómo...? Tenían tantos planes de emergencia y, aún así, no habían visto venir esto. ¿Por qué Lauren había saltado por su cuenta?
—¡¿QUIÉN COÑO HA OBLIGADO A LA NIÑA A SUBIR A LA AZOTEA?! ¡NO LO VOY A PREGUNTAR UNA TERCERA VEZ! —continuó graznando el Consejero de la jefa. Había visto esa supuesta actualización de las drogas que permitían controlar a un tributo.
Todos los Vigilantes estaban en silencio, solo se escuchaba la agitada respiración de los dos superiores y los sollozos de los tributos a través de las pantallas.
—Ha sido él —contestó con la voz temblando el compañero del que había controlado el cuerpo de Lauren Marteen.
Los ojos consumidos en la locura del consejero se posaron en él, que insultó a su compañero por chivarse. En menos de un segundo el Consejero se lanzó sobre su cuerpo, tirándole de la silla y cayendo ambos al suelo.
—¡Oye! ¡¿Estás loco?! —gritó alguien de la sala.
El señor de pelo ceniza, ya algo mayor, comenzó a dar fuertes puñetazos al rostro asustado de ese bastardo.
—¡Maldita sea! —gritaba barbaridades mientras continuaba arremetiendo golpes contra ese chico.
La mente de la Vigilante Jefe iba a mil por hora, tratando de pensar qué hacer en ese momento y estrategias distintas a las que ya tenían. Sin embargo, el gran escándalo no le sacó de sus pensamientos hasta el grito de su fiel compañero.
—¡HAZLO AHORA! —chilló, viendo cómo tres vigilantes le acorralaban y trataban de quitarle de encima de su compañero.
Los ojos grises de ella se posaron con rapidez sobre el señor rubio. Verle así le trajo muchos recuerdos que no quería que volvieran a pasar por su mente. Su pecho estaba agitado y sus manos temblaban. ¿Hacía cuántos años no había perdido la compostura?
El Consejero había activado una bomba de relojería.
—Vale. Vale —se dijo a sí misma. Tenía que volver a los pensamientos anteriores. Desactivar sentimientos, activar análisis instantáneo.
Con rapidez apretó un botón que cerraba con llave las dos puertas que había en la sala. Eso sorprendió a los demás Vigilantes, que pasaron su atención, anteriormente en la pelea, hacia ella.
—¿Y ahora qué hace?
—¿Qué está pasando?
—Se han vuelto locos...
Encontrando un plan en mente y escuchando la orden que su compañero le había dado, decidió que era el momento de sacarlos de la arena.
En ese instante no podía mantenerse en contacto con Zev, no quería que averiguaran más cosas del plan.
Se centró en su ordenador, ojeando el ambiente de allí dentro. Su piel se puso de gallina al ver la mala situación en la que se encontraban los chicos.
—¡Joder! —gritó en un susurro.
Kean tenía en sus brazos el cadáver de su hermana pequeña, observándola atónito y sin entender nada. El pequeño cuerpo de Lauren se encontraba con una palidez que realmente asustaba, sus ojos estaban cerrados y su boca seca y manchada de ese líquido rojizo que indicaba la hemorragia interna en su estómago.
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Los juegos del hambre
ActionHan pasado veinticinco años desde la rebelión en la que todos los distritos de Panem perdieron, por segunda vez, contra el Capitolio. No hubo piedad y, los pocos supervivientes que quedaron, sabían que todo sería un caos. Sin embargo, tras unos durí...