Capítulo diecinueve

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Marianne no volvió a oponerse a la idea de su hermano Adrien, así que mientras Kris ataba a Ambree observó cómo Lauren llamaba con agresividad a Kean.

—Ven aquí —ordenó la chica con un tono autoritario. Kean, sorprendido y con el ceño fruncido, se acercó a Lauren y ella le indicó con una seña de la cabeza que se sentase frente a ella. Lauren continuaba junto a Alex y junto al botiquín.

—¿Qué quieres? —preguntó él viendo que su hermana sacaba varias cosas de la mochila.

—Vamos a vendarte ese dedo —comentó cuando ya se dio la vuelta para mirar a Kean. Se sintió mareada por un segundo debido al movimiento brusco que hizo, pero no le dio importancia y sacó el esparadrapo y la venda delgada. 

—Déjalo, es una tontería —se quejó él, quitándole importancia. Ignorándole, Lauren agarró la muñeca de su hermano y se la colocó en el regazo para después estirar el rollo de esparadrapo, midiendo en su mente la longitud. Con sus dientes rasgó la cinta pegajosa y parpadeó para que el constante mareo se fuera. 

Kean, sin más remedio, cerró el puño excepto el dedo corazón y el dedo anular, poniendo una mueca de molestia ante el tirón que le produjo en el dedo fracturado. Poco después Lauren cogió con su mano izquierda la mano derecha de su hermano y sonrió quedamente al ver que él ya tenía sus dedos colocados. Al ver que no había gasas en el botiquín sacó un pequeño disco de algodón y lo puso entre el dedo del medio y el anular de Kean, para que la piel no se irritase.

Con el mayor cuidado posible enrolló el esparadrapo alrededor de esos dos dedos, pegándolos para que los extremos del hueso fracturado volvieran a unirse poco a poco.

—No hacía falta, pero gracias —se burló Kean al ver a su hermana en un modo protector.

—Estoy harta de esto —susurró ella en respuesta. 

—Chicos —llamó Adrien con fuerza—. Vamos a desayunar antes de seguir caminando. No sabemos lo que hay por allí ni lo que nos espera, o quién —se quejó con un chasquido de la lengua—. Es mejor que tengamos fuerzas para todo.

Todos escucharon atentos al que habían asumido como líder. Kris apretó el nudo aún más fuerte hasta que vio que las manos de Ambree empezaban a quedarse de un todo violáceo. Después terminó atando la segunda cuerda delgada alrededor de su cuerpo, pegando los brazos a sus costados, inmovilizándola completamente, y luego se acercó al pequeño corro que sus hermanos habían formado para comer.

Adrien se colocó junto a Alex y le levantó, haciendo que quedara sentado, apoyándolo contra la roca. Lauren y Kean estaban uno al lado del otro, y Kris se sentó junto a Lauren, dejando el hueco restante para Marianne. Ella se sentó entre Adrien y Kris, y procedieron a comer.

Lauren sacó de su mochila el pan que le había enviado el Distrito 4, y al verlo no pudo evitar mirar de reojo a Trevor. Trevor se encontraba contra un árbol, mirando a la nada, con los brazos cruzados. Ella frunció el ceño con molestia y entonces empezó a cortar trozos de pan, dividió esa masa redonda en seis y después le pasó a cada uno de sus hermanos un trozo.

—¿Y este pan? —preguntó Kris sorprendida, no pasando de largo la brecha de Lauren.

—Me lo han enviado los del Distrito 4 —habló con tono duro Lauren. Eso llamó la atención de Trevor, que se giró a mirarla. Sus ojos azules estaban pringados de preocupación, pero un pequeño alivio se notaba en su rostro al ver que ella estaba bien.

—¡Vaya! Ya saben que se viene boda —se burló Marianne, haciendo que la situación se volviera incómoda.

—Casi me abre la cabeza en dos, Marianne —replicó Lauren con veneno en la voz.

Los juegos del hambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora