Los tacones blancos de Alex repiquetearon en el plató, haciendo su camino hasta el sofá de brillo dorado.
El traje que llevaba Alex era totalmente de su tipo, o eso pensaron los hermanos Marteen al verle con tanta elegancia sobre el escenario. El público aulló y aplaudió. Alex llevaba una camisa blanca simple junto a una chaqueta azul cielo abrochada, excepto los dos primeros botones. Conjuntaba con unos pantalones de tiro alto del mismo color con pequeños bolsillos y unos tacones blanquecinos bastante altos. La chaqueta tenía unas hombreras rosáceas, que todos reconocieron con la forma de una flor de loto al revés. En el cuello llevaba un pañuelo del mismo color que las flores y éste se metía por dentro de la chaqueta azul. Unas sombras del color del zafiro decoraban sus ojos verdosos, y una ligera raya de ojos rosa pastel se alargaba hasta casi chocar con sus cejas. Un notorio rubor e iluminador animaban su cara sonriente. Daba un toque artístico e inocente, sereno. Su pelo oscuro estaba partido por la raya del medio.
—¡Pero mirad qué colores! —gritó Caesar levantándose. Le cogió la mano a Alex, que tenía las uñas pintadas de blanco, y admiró su conjunto—. ¡Oh, flor de loto!
Alex sonrió con orgullo, mirando sus hombreras. El público volvió a aplaudir. Como en esos juegos había más gente unida en los Distritos, no era de extrañar que algunos usaran cosas similares (como los del Distrito 2 con los pompones) o temáticas (las flores del 7) en conjunto. Alex se sentó frente a Caesar cuando él le soltó la mano y se cruzó de piernas.
—Hola, hola, Alex Marteen —saludó Caesar entusiasmado.
—Buenas noches —sonrió él con timidez. Aunque estaba algo acostumbrado a los escenarios se sentía demasiado nervioso.
—Empecemos con preguntas simples. Según todas tus hermanas tú pintas, ¿verdad? —preguntó Caesar, cruzando también sus piernas.
—Claro —contestó como si fuera obvio. Todos los que le conocían sabían que dibujaba—. Más bien dibujo. Aunque también me gusta pintar, supongo.
—¿Mucha gente conoce tu arte? —preguntó Caesar. Alex rió.
—A ver, mis amigos y mis compradores habituales... No soy nadie famoso en el Distrito 7 —se encogió de hombros. Caesar ladeó la cabeza—. Pero me gusta el arte en general. También me gusta actuar.
—¡Anda ya! ¡Tú haces de todo menos cortar madera! —rió Caesar. El público le secundó, aunque Alex suspiró.
—Ojalá, Caesar. Muchas veces no puedo terminar algún dibujo porque tengo los dedos magullados —bufó él. Un susurro apenado envolvió al público.
—Alex, si pudieras dedicarte a un trabajo, ¿cuál sería? —curioseó Caesar. Alex pestañeó.
—Traductor —contestó. Caesar alzó las cejas sorprendido.
—¿Ni actor ni pintor?
—No, con eso no me ganaría la vida. Además, me gustan mucho los idiomas —explicó Alex—, aunque tampoco haya muchos que aprender...
—Ya veo... Justamente como ha dicho tu hermana Cara —tragó saliva Caesar, incómodo al tener que reconocerlo—, has tenido muy buena puntuación en el grupo. ¿Usaste la pintura?
—Sí. Aunque también mi inteligencia —se encogió de hombros—. El arte puede ser un arma letal si sabes manejarlo.
—¡Nadie lo duda! ¿Te ves como vencedor? —preguntó, serio. Alex miró hacia arriba, haciendo que sus pestañas maquilladas chocaran con sus cejas.
—Yo creo que sí puedo tener alguna posibilidad —contestó, inseguro. Reaccionó: tenía que parecer seguro de ello—. Sí, me veo como el vencedor.
ESTÁS LEYENDO
Los juegos del hambre
AçãoHan pasado veinticinco años desde la rebelión en la que todos los distritos de Panem perdieron, por segunda vez, contra el Capitolio. No hubo piedad y, los pocos supervivientes que quedaron, sabían que todo sería un caos. Sin embargo, tras unos durí...