El Capitolio había creado muchas armas nuevas que harían los Juegos muy interesantes pues, si bien no eran mortales, eran muy peligrosas y unos grandes atentados contra la salud del ser humano. Y, sin embargo, no eran más que puras drogas.
También habían añadido nuevos tipos de armas como espadas con dagas en el mango que permitían escalar árboles, pero las que más prometían eran, sin duda, los experimentos hechos por los más superdotados del Capitolio y de todo Panem. Aunque ellos no habían estado conscientes mientras los creaban, claro. Solo hubo uno que sí aceptó a cooperar en la creación de esos "medicamentos" y que no tuvo que ser pinchado para manipular su cerebro maestro.
Y, por suerte para el Capitolio, una de los Tributos que prometía dar juego consiguió una de éstas. Encontró una ballesta con varias balas recargables que, sorprendentemente, parecían tener líquido en éstas.
Estaban en medio del baño de sangre, sí. Pero ella iba a por los finalistas. Y sabía que no era la única. Con una daga que había encontrado cerca de ella se movió de manera sigilosa hasta posicionarse detrás de la chica del Distrito 8. Blake Miracle, la chica de piel canela deslumbrante del Distrito 10, asesinó de manera elegante a la joven de dieciséis años que tenía frente a ella. El cañonazo sonó, pero nadie se paró por aquel sonido sin importancia en aquel momento.
La chica de piel dorada del Distrito 8 cayó con sus ojos cerrados al suelo, sin más vida a la que agarrarse. Su compañero ni si quiera buscó si la que había muerto había sido la chica de su mismo Distrito.
Blake consiguió colocarse la ballesta de un modo que no le molestara al correr y continuó mirando aquella situación; muchos, como ella, eran voluntarios, gente entrenada que quería entrar allí y que creía tener una oportunidad de ganar. Sin embargo, era obvio que ahí había gente que no quería participar en los Juegos: la chica del Distrito 8, a no ser que quisiera suicidarse, no parecía capaz de sobrevivir aquello. La chica del Distrito 6, aquella que parecía conocer a Kean, no estaba lo suficientemente estable mentalmente, ya que tenía una constante mirada de terror en sus ojos. Y, si Kean y ella se conocían, tendrían que ser del mismo Distrito debido a las restricciones que los Distritos tenían entre ellos. Entonces esa chica no era del Distrito 6, y tampoco parecía una voluntaria.
No como Esme Berrycloth, aquella joven del Distrito 5 que, en ese momento, se dirigía directamente hacia ella.
—Oh, cuerpo a cuerpo, entonces —murmuró Blake pasándose la lengua por los dientes, notando cuánto le excitaba pelear. Esme era de altura media, pero parecía tener una buena fuerza física.
Blake esquivó el puñetazo que la del pelo castaño y rubio le lanzó, agachándose, y con su pierna la hizo caer al suelo. No mucho después le guiñó el ojo con coquetería y le clavó la daga justo en el corazón, haciendo sonar el bombazo instantáneamente. Se levantó con los ojos cerrados, respirando el aire con ese hedor a sangre, con una gran sonrisa en su rostro bien formado.
Markus Culpepper sintió algo de pena al ver a Esme, su compañera de Distrito, ser asesinada por la hermosa chica del Distrito 10. No tenían relación ni nada parecido, pero cuando él iba a primaria la veía en el instituto, o se encontraron comprando alguna que vez. Sin querer perder demasiado tiempo comenzó a correr en la dirección que sabía que tenía que seguir.
Marianne observó a su alrededor, dándose cuenta de que estaba ocurriendo un baño de sangre. Y, cuando se giró para preguntarle a Mika el paradero de sus aliados, descubrió al chico del Distrito 10, aún con la flecha con la que Adrien le había atravesado la mano, apretando con un cuchillo en la garganta de Mika. Él respiraba con fuerza, escupiendo algo de saliva al tener los dientes casi fuera, y sudaba a chorros por tener al del Distrito 2 acorralado.
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Los juegos del hambre
ActionHan pasado veinticinco años desde la rebelión en la que todos los distritos de Panem perdieron, por segunda vez, contra el Capitolio. No hubo piedad y, los pocos supervivientes que quedaron, sabían que todo sería un caos. Sin embargo, tras unos durí...