Capítulo veintiseis

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Kean estaba anonadado, mirando el rostro de su no tan difunto hermano con la mente en blanco. A pesar de que una pequeña alarma de peligro se activó en el fondo de su mente, sabiendo que podría perfectamente ser un muto creado por el Capitolio, apretó a Roan hacia sí mismo.

—¿Cómo...? —preguntó Alex, queriendo gritar de la emoción. 

—Menos mal que me han dejado venir a buscaros, no podía esperar a volver a veros... —la voz de Roan se fue apagando lentamente cuando, después de analizar rápidamente uno a uno de los que allí estaban, vio el pequeño cuerpo de Lauren desplomado. 

De su traje negro era visible un tono más rojizo, como una mancha granate, alrededor de su estómago, alrededor de un minúsculo agujero causado probablemente por una flecha. Parpadeó confuso, notando el peso muerto de Kean, que descansaba casi encima de él. ¡Realmente su estado psicológico iba a peor con tantas sorpresas! 

—Oh, eso... —susurró Marianne notando adónde apuntaba la mirada parda de Roan—. Han pasado demasiadas cosas en tan poco tiempo... Se quedó sorda, se intentó suicidar y después le han atravesado la tripa con una bala de ballesta. Pero aún así sigue viva, parece un milagro.

—¿Sigue viva? —preguntó ansioso Roan. Kean se separó por fin de él y le dio un ligero abrazo a casi todos, dándose cuenta de que Adrien también estaba inconsciente sobre los brazos de Trevor. Así que al final se habían aliado...

Sí era verdad que le habían informado un poco por encima de lo que pasaba, pero cuando alguien le dijo que la Vigilante Jefe le ordenaba entrar a buscarles para salir con la mayor rapidez de la arena debido a una revuelta en la Sala de Vigilantes no pudo pensar en nada más. 

No faltaba ninguno más, ¿cierto? Habían acabado con casi todos los tributos originales menos, según vio allí, Mika y Trevor. También habían superado a los voluntarios, ya que el del Distrito 8 acababa de ser eliminado por él y supuestamente era el último en la arena. Que parecieran muy heridos solo vio a Adrien, Lauren y Alex, que también tenía rasgaduras en su traje manchadas de sangre seca.

Volvió a analizar a Lauren, siendo sostenida por Kris, y se acercó a ella todo lo que pudo.

—Sonó el cañonazo, pero su corazón sigue latiendo —informó Marianne, tragando saliva. Roan la miró con confusión, aquello no tenía sentido.

—Yo creo que podría ser un efecto de las drogas, al igual que la amnesia de Susanne. Quizá la droga de la ceguera de la última flecha de la del Distrito 10 afectó al localizador y lo apagó a la mínima entrada a su cuerpo—comentó Alex su teoría. Le miraron atónitos, ¿cómo había llegado a esa conclusión? Tenía mucho sentido, en realidad.

Sin embargo, detectaron algo en la mirada de Roan que descartaba totalmente aquello. Roan se arrodilló, sintiéndose miserable. 

Tras despertarse en el mismo aerodeslizador del que acababa de bajar no hacía mucho, dos días después de su muerte, se asustó tanto que tuvieron que sedarlo para evitar que se volviera agresivo y que no se pusiera a la defensiva.

Según la persona que lo acompañaba en el aerodeslizador su hermana estaba en coma y, aunque dijeran que su informe no era esperanzador, se encontraba en una camilla a salvo. Se calmó totalmente cuando le dijeron que volvería a entrar a la arena para sacarlos de allí.

Pero ver en ese momento a su pequeña Lauren así... Supo que no estaba viva. 

—No... —susurró él, cerrando los ojos. Si se hubiera curado antes... si le hubieran permitido entrar a la arena antes... si...—. Es justo lo contrario. El corazón de Lauren está reaccionando a las drogas. Ella ya no está...

Los juegos del hambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora