Cara parpadeó, como si todo fuera un sueño. ¿Había salido su nombre? ¿Tendría que matar a su familia? ¿A sus hermanas y hermanos? ¿A todos y cada uno de ellos?
Todos esperaron en silencio. Ni un suspiro. Solamente el sonido de los pájaros cantando a coro del corazón de la chica rubia latiendo a mil por hora.
—¿Cara Marteen? —preguntó de nuevo la señora. Así se sentía más real. Y es que lo era. Era real, tenía que subir al escenario.
Con la vista borrosa por sus ojos lacrimosos se hizo ver en el pasillo que llevaba al escenario. Lauren se dejó caer al suelo por fin, sin uno de sus mejores apoyos: su hermana. Le temblaban las manos y quería gritar que no, que había un error, que no iban a mandar a su familia a la arena, mas no encontraba la voz para chillar. Se estaba ahogando.
En todas las grabaciones de los Juegos anteriores, de todas y cada una de las cosechas solo se habían visto pocas reacciones que provocaran algún alboroto. A pesar de no estar grabada, la más recordada fue cuando Primrose Everdeen fue seleccionada como tributo y su hermana, Katniss Everdeen, salió de su fila para presentarse como voluntaria entre chillidos de angustia. Poca gente gritaba de horror cuando sus familiares salían como tributos, pero esta fue una excepción. A un lado de la plaza del Distrito 7, una mujer, rubia y menuda, soltó un chillido de desesperación. Sus hijos eran lo único que le quedaba, no podían quitarle lo que la devolvía a la vida.
—¡No! —gritó, pero nadie quería escuchar arrebatos. Era espantoso que todos los hijos de Effie Marteen murieran, después de todo lo que había pasado esa señora.
Effie tardó muy poco en reaccionar y en conectar los puntos: Distritos 1 y 2, profesionales, sin ellos no había juegos divertidos; Distritos 4 y 7 por los Vencedores rebeldes Finnick Odair y Johanna Mason; Distrito 11 por ser uno de los primeros en empezar la rebelión, por ser cercano al 12 y a Kantiss Everdeen; y el Distrito 12 estaba condenado. Lo habían vuelto a construir, pero siempre sufriría más que los demás distritos por el simple hecho de ser el Distrito del que provenía el Sinsajo; su Katniss.
—Sube aquí —le ordenó la señora a la chica joven de 16 años, rubia. Era un poco más alta que su hermana Lauren, aunque no superaba la media. Su pelo era liso y le llegaba al pecho, de un rubio claro igual que el de su madre. Sus ojos eran oscuros, casi negros, con unas pestañas rubias pero largas y onduladas. Unos labios gruesos, manchas rosadas naturales en las mejillas y un lunar bajo el ojo. Era intensa, hablaba con fuerza y no le importaba la opinión de los demás. Pero aunque era algo iracunda era bastante cariñosa con sus hermanos. Todos en el Distrito 7 sabían que la familia Marteen era una de las más atractivas.
Anduvo intentando que no se notase que sus piernas temblaban del terror y, aunque casi tropieza subiendo los escalones, se aferró a la mano de la señora vestida extravagante para evitar caer.
—Cara, ¿tienes hermanos? —preguntó con un tono de parecido a la compasión. Cara estuvo demasiado tentada a decir que no, que era hija única y que tendrían que elegir otro tributo. Pero no quería más problemas; no quería acabar como los Vencedores rebeldes muertos.
—S-sí —murmuró, sintiendo escalofríos por todas las partes del cuerpo.
Adrien sintió que la migraña comenzaba por la parte derecha de la sien, pero sabía que antes de que acabara la mañana tendría una completa jaqueca que le haría querer arrancarse la cabeza. Sus manos estaban formando unos puños para sacar su ira, su tristeza, su impotencia. No le importó estar clavándose las uñas en las palmas de las manos, ahora punzantes. Él era alto, delgado y escurridizo. Su pelo era castaño oscuro, siempre bien peinado. Sus ojos pardos, iguales que los de su padre, como la mayoría de sus hermanos. Unas cejas oscuras y pobladas, junto a unas largas pestañas, le daban una bonita forma a sus ojos. Además, sus labios eran gruesos y carnosos, al contrario que sus pómulos prominentes. Era muy reservado y cerrado, pero era el que más cabeza tenía dentro de la familia.
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Los juegos del hambre
ActionHan pasado veinticinco años desde la rebelión en la que todos los distritos de Panem perdieron, por segunda vez, contra el Capitolio. No hubo piedad y, los pocos supervivientes que quedaron, sabían que todo sería un caos. Sin embargo, tras unos durí...