Johanna fue la primera en despertarse. Tuvo dos ataques de ansiedad seguidos al recordar adónde la estaban llevando: el Capitolio. Les quedaría una media hora de viaje, así que viendo cómo esos chicos de su Distrito parecían calmarla, decidió despertarlos para desayunar todos juntos y que, por muy raro que le pareciera, le quitasen las ganas de clavarse los cuchillos en la garganta.
Eso era un gran paso, ¿no? Había pasado de dejarse llevar, de que si había una opción la tomaba sin cuestionárselo, a necesitar a esos chicos para que calmaran su sed de muerte. Necesitaba su presencia, porque se dio cuenta de que sus risas la reconfortaban. La hacían sentir viva, aunque no llegaban a darle las ganas de vivir que le arrebató el Capitolio.
Los tres primeros que se sentaron en la mesa fueron Kean, Roan y Marianne. Parecían haber dormido mal.
—Buenos días —habló Johanna. Kean la miró, saludó con la cabeza y se sentó a su izquierda en la mesa—. ¿Habéis podido dormir aunque fuera un segundo?
—Creo que he dormido una hora contada —se quejó Kean, notando la ironía palpable de la mentora. Johanna intentó no reírse de él.
—Más o menos. He tenido al menos dos pesadillas —se quejó Marianne, sentándose frente a Kean, a la derecha de Johanna.
—Yo ni me acuerdo de lo que he soñado —habló Roan, colocándose al lado de Kean.
—¿Es eso posible? —preguntó Johanna, sorprendida. Ella recordaba todas y cada una de las horas que pasaba dormida. Le pareció irreal que alguien no se acordara de lo que soñaba.
—Sí —dijo Roan, confundido. Supuso lo que le pasaba, pobre Johanna.
Poco a poco fueron levantándose los demás. Johanna escondió una sonrisa al ver que todos tenían los ojos hinchados, ya que no estaban despiertos del todo. A Lauren le vio las marcas de la sábana en la cara y en el brazo, y también la notó algo ausente. Adrien estaba más serio pero despierto casi del todo. Kris y Alex empezaron a hablar entre ellos cuando se encontraron en el pasillo, por lo que seguían hablando de algo. Y Johanna vio a Cara sin las pestañas maquilladas por primera vez. Sus ojos negros parecían más pequeños, pero le daban un aire adorable ya que casi no se distinguían sus rubias pestañas.
—A desayunar —ordenó Johanna con sequedad. Se distribuyeron en la mesa y esperaron a que los mismos chicos de la noche anterior trajeran cosas variadas. Cereales, galletas, una tarta de chocolate, otra de queso, un bizcocho, bollos, café, té, chocolate caliente...
—Vamos a entrar rodando al desfile —se quejó Lauren con una voz más grave que la habitual. Parpadeaba despacio, casi perezosa.
—Cómo se nota que has dormido bien —se rio Cara, señalando las rayas rojizas que tenían la forma de la manta, con burla. Esa era la marca de que había dormido estupendamente.
—Sí. ¿Y cómo no? Si esos colchones son como una nube —sonrió la chica, cogiendo un trozo de la tarta de chocolate.
Esa fue la señal para que todos empezaran a gorronear. Kris se cogió dos trozos de la tarta de queso, un bol de cereales y estuvo tentada a coger un tercer trozo de tarta por si luego se la terminaban. Adrien tomó un café para estar despierto y con energías y un trozo de la tarta de chocolate. La mayoría cogieron chocolate caliente (ya que lo hizo una vez su madre en casa) y los bollos desaparecieron poco tiempo después.
—En serio, que yo no quiero ir de árbol —se quejó Kean. Todos le miraron.
—Pero si a ti te queda genial. Eres alto como uno —se burló Lauren. Kean la asesinó con la mirada, pero acabó por reír.
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Los juegos del hambre
ActionHan pasado veinticinco años desde la rebelión en la que todos los distritos de Panem perdieron, por segunda vez, contra el Capitolio. No hubo piedad y, los pocos supervivientes que quedaron, sabían que todo sería un caos. Sin embargo, tras unos durí...