Capítulo treinta y tres

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Renacer: nacer de nuevo después de la muerte real o aparente. Transformarse: eliminar cualquier rastro de sí mismo hasta parecer una persona nueva.

Veinticinco años atrás solo veía llamas a su alrededor. Ahora solo veía las llamas de forma figurativa, puesto que lo único que quería era venganza. Veía rojo, negro y solo tenía en la mente las formas de devolverle a la gente todo el daño que le habían provocado. Solo le rondaban por la cabeza estrategias, planes y diferentes tipos de tortura. 

Eso había sido así hasta que se realizó con éxito el plan de huida de los tributos de la arena. Tenía toda la intención de usarlos sin ni siquiera sentirse culpable al pensar en ellos. Sin embargo, ese sentimiento que llevaba más de la mitad de su vida sin evocar apareció cuando se vio a sí misma en Adrien Marteen: empatía. Cuando fue consumida por las llamas hacía veinticinco años perdió la capacidad de sentir cualquier emoción por cualquier persona que no fuera Haymitch. Se lo habían arrebatado casi todo, siendo su antiguo Mentor lo único que le quedaba; por lo que no sentía nada excepto rabia contenida, impotencia y ganas de terminar con todo y todos.

Intentó acabar con su vida varias veces pero Haymitch era el que siempre la rescataba, daba cuidados después y no despegaba el ojo de ella cuando estaban cerca. Así fue al principio. Tardó casi un año en reducir el dolor de sus quemaduras —las que no fueron de tercer grado— y casi otro año en devolverle una palabra a Haymitch. 

Habían asesinado a Prim, a Finnick se lo comieron los mutos, Peeta estaba aparentemente muerto, perdieron contra el Capitolio y prácticamente la incineraron viva. No volvió a confiar en ningún grupo que dijera ir contra el Gobierno y tampoco confiaba en el propio. Si antes era solitaria, reservada y callada, los pequeños restos de Katniss Everdeen se fueron ese día con el fuego y solo quedó un conjunto de trozos quemados que respiraban y vivían solo por culpa o gracias a Haymitch, ni siquiera lo sabía ya.

Estuvieron en el exilio durante casi cinco años hasta que ambos se reencontraron con Beetee y comenzó el inicio del plan. Identidades nuevas, vidas nuevas.

Katniss tuvo que renacer. Transformarse. Borrar su rastro. Practicar otra forma diferente de andar, el tono de su voz, sus gestos, sus acciones, su personalidad, incluso sus gustos. ¿Lo único que la incitaba? La rabia. La venganza. Tuvo que matar a Katniss, no como si no estuviera casi muerta ya, y tuvo que crear a Elora. Elora, esa mujer lógica, analista, sencilla e inteligente. Esa mujer que se preocupaba por otra gente aunque por dentro simplemente quería verlos desaparecer.

Para Haymitch, sin embargo, fue muy sencillo. Costó menos fingir puesto que no era el centro de atención como el Sinsajo; su muerte fue muy realista y realmente a nadie le interesaba el borracho de Haymitch. Eso era bueno, pasar desapercibido. Porque Katniss no era la única que llevaba esa sed sangrienta de venganza encima. Él ya era así cuando ganó sus Juegos. Él odiaba al Capitolio incluso antes de que Katniss y Peeta nacieran. Y, por poco que le gustara admitirlo, ambos adolescentes calmaron su odio poco a poco y los comenzó a ver como su nueva familia. Hasta que, finalmente, se la volvieron a arrebatar. Todo lo que había hecho durante esos veinticinco años fue por tres razones: siempre se había reflejado en Katniss y ambos ya habían llegado al punto de no retorno; quería terminar con Panem y, no menos importante, quería una buena vida para sus hijos.

Aunque Kean, Alex, Cara, Lauren y Marianne no fueran suyos, eran de Effie. Por lo que los consideraba de su sangre. Si bien se había endurecido como Katniss, él no había dejado de querer ver a su familia y rezar por ella. Los sentimientos reducidos de Katniss eran los agresivos de Haymitch, mas él sí seguía queriendo y velando por gente, aunque solo fuera su familia.

 Sí, estaban aliados con la Sede y se hacían llamar rebeldes. Pero ellos iban por libre. El dúo, siempre juntos. No se fiaban de la Sede, pero eran los únicos que podían proveerles lo que necesitaban. Usaban a la Sede. Como la rebelión los había usado hacía veinticinco años.

Los juegos del hambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora