Capítulo nueve

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Durmieron poquísimo. Después de cenar se dieron un último abrazo y hablaron hasta que Johanna les ordenó que fueran a descansar. Tenían clarísimo lo que tenían que hacer al salir a la arena; otra cosa es que el plan fuera a ser posible. Eran muchos, sí; pero ¿qué les garantizaba que no hubiera alianzas que ya les superaran en número?

Algunos hablaron de cosas con los compañeros de habitación, repasando las estrategias hasta conseguir dormirse porque el miedo les aterrorizaba y no les permitía cerrar los ojos. Otros se obligaron a descansar: en la arena les costaría. Hubo otros que no dejaron de dar vueltas en la cama, impotentes. Incluso derramaron algunas lágrimas, y es que el día había llegado demasiado rápido. Demasiado rápido para asimilarlo, para prepararse mentalmente de que solo podía ganar uno. 

Allí estaban, cada uno con su asistente de estética, esperando a que el aerodeslizador llegase para llevarles a su tumba. Las salas en las que estaban eran elegantes, con sofás de terciopelo y tejidos dorados y refinados. Los asistentes tenían terminantemente prohibido hablar con los tributos, sin embargo era su deber colocar los símbolos pertenecientes al Distrito de los chicos. 

Los hermanos Marteen tenían el suyo: Adrien tenía un pin de una preciosa orquídea, Marianne un collar dorado de un lirio, Alex un pin de la flor de loto, Kris un pequeño anillo de un tulipán, Kean una pulsera dorada de un hibisco, Lauren un pin de una dalia negra, Cara un collar formado por pequeñas lilas (falsas, ya que si no se pudrirían) y Roan llevaba un brazalete de un girasol.

Todos ellos bebieron agua, aprovechando todo lo que podían aquel pequeño vaso lleno del líquido que escasearía en la arena. Sabían que no lo iban a pasar nada bien, pero solamente rezaban porque no fuera ni un desierto ardiente ni una cueva de hielo, y el agua tampoco les daba muchas esperanzas. A lo mejor una montaña, una llanura... 

Se sentaron en el sofá y pensaron en sus hermanos, los unos en los otros. Al menos uno tenía que volver con Effie, no podían volver con las manos vacías. Eso sería la destrucción del horroroso mundo de la señora Marteen, lo único que le faltaba para perder todas las ganas de hacer cualquier cosa. Arrebatarle a sus hijos era como arrancarle el corazón de cuajo y estrujarlo en el suelo.

Escucharon un ruido y todos se acercaron a la pequeña puerta, en donde cayeron unas escaleras que emitían una energía extraña. Miraron una última vez a los asistentes y dieron un paso al frente. En cuanto sus manos tocaron las escaleras colgantes no se pudieron mover: tenían una especie de aura que te hacía quedarte quieto, que te paralizaba. Todas las escaleras subieron y pudieron verse en el aerodeslizador, el cual siempre mantenía las ventanas cerradas para evitar que los tributos pudieran ver la arena. Allí estaban los trillizos del Distrito 1, los cuatro hermanos del Distrito 2, Trevor Odair y Marianne, Lauren, Cara y Alex. Los otros 12 tributos iban en el segundo deslizador: Kean, Kris, Roan y Adrien, los cinco hermanos del Distrito 11 y los hijos de Gale Hawthorne, los del Distrito 12. 

Ya arriba, cada uno en un asiento, empezaron a tener tics nerviosos. Había seis asientos pegados a la pared del aerodeslizador, y otros seis en frente, por lo que los 12 tributos se estaban mirando a las caras todo el tiempo. Marianne estaba frente a Mika, que no parecía el mismo chico que esas cortasa semanas: parecía bastante serio e incluso letal. Lauren estaba frente a Elah Dean, que no paraba de mover la punta del pie con nerviosismo. Cara tenía en frente a Trevor, que no parecía ansioso, pero por dentro estaba aterrorizado. Se sentía impotente, presionado, inerme; tenía sus ojos azulados pegados al suelo y su mandíbula estaba apretada. Alex estaba frente a Luka que tenía los ojos cerrados todo el rato. 

De pronto, una señora con un traje blanco apareció desde la parte delantera del aerodeslizador. Llevaba una especie de pistola extraña que inyectaba algo y se posicionó frente a Louis, que estaba en el extremo. 

Los juegos del hambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora