En cuanto el primer disparo sonó, todos en la plaza reaccionaron. Algunos bajaron temerosos los brazos, otros mantuvieron el saludo a la difunta Cara Marteen y, después, estaba Effie: paralizada, sin pestañear, con la respiración sin funcionarle del todo. Una de las vecinas de Effie recibió un balazo en el costado derecho, y chillidos asustados engulleron la plaza del Distrito 7.
Disturbios, palizas, heridas de bala, quejidos, órdenes... Todo se metió profundamente en la conciencia de la señora Marteen. Sus ojos se cerraron durante una milésima de segundo para después volverse a abrir, no queriendo perderse cómo el aerodeslizador se llevaba el cuerpo de su hija.
Eso quería el Capitolio, ¿no? Verla sufrir. Arrebatarle lo que le quedaba de vida, de corazón. Al ver así a Cara no pudo evitar pensar en Haymitch. Su amor verdadero... que también yacía enterrado bajo tierra junto a todos sus seres queridos, excepto siete de sus hijos. La preciosa Katniss, el sonriente Peeta, la pequeña Prim...
Sintió un sudor frío que se apoderó de su aliento, una fatiga repentina y unas náuseas fuertes. Se sentía aturdida, ni siquiera notó la presión fuerte que empezó a dormir su brazo izquierdo. El aturdimiento subió hasta su cuello y, de pronto, cayó al suelo inconsciente.
Johanna se secó la molesta lágrima al ver al joven Marteen contar de manera indirecta a sus hermanos que Cara había fallecido. El dolor del pecho volvió, no soportaría ver a otro Marteen morir. No si les había cogido tanto cariño en tan poco tiempo. ¿Podría decirse que esos chicos la habían salvado? ¿Habían sido su gota de esperanza? ¿Su rayo de luz en su mundo de sombras?
Respiró fuerte y entonces se levantó, sabiendo lo que tenía que hacer. Cerró los ojos con tristeza al escuchar el cañonazo de Roan y el chillido lejano de Lauren, pero siguió caminando en dirección a los patrocinadores.
Kean soltó un gruñido cuando su puño crujió al estamparlo contra el árbol. ¿Qué mierda era ese dolor comparado con lo que le provocaba la muerte de su hermano? ¿Qué era ese dedo roto en comparación con su pecho ardiendo?
No había bebido agua, no había comido nada en más de doce horas, no había dormido en casi cuarenta y ocho horas. Su cabeza empezó a darle algunas vueltas, pero se sentó de sopetón en el suelo y empezó a respirar con fuerza. Estaba a punto de desmayarse cuando escuchó los repetitivos pitidos del paracaídas plateado. Con los ojos entornados lo observó caer frente a él, y lo alcanzó con su mano, sin siquiera notar el dolor de la rotura del dedo del medio. Abrió el recipiente, ignoró la notita que había —ya que las letras se descolocaban y no era capaz de leerlo— y entonces sacó la botella pequeña que había dentro.
Tampoco podía leer la etiqueta, pero sin importarle abrió el tapón y se bebió los tragos considerables para dejar de ver mal. Un sabor anaranjado pasó por su garganta, fresco y burbujeante. Por fin pudo leer la etiqueta y vio que era una bebida energética que daba bastante energía. Cerró el tapón y agarró con sus dedos sucios la pequeña nota.
«Bébelo, descansa y continúa. Tienes que aguantar.
—Johanna»Kean se sintió demasiado cansado en un momento, tanto que sus ojos se cerraron de inmediato y cayó de lado, tumbado en el suelo.
—Chicas, vamos a dormir, ¿queréis? Mika hará la primera guardia —suplicó Ambree al ver que Kris se negaba a descansar. Sus ojos verdosos estaban empapados en preocupación por ella.
—Yo no voy a dormir todavía —se quejó la rubia, cruzándose de brazos. Quería pensar en una estrategia y, además, no se fiaba al cien por cien de Mika. De Ambree sí, ¿por qué? Ni ella lo sabía, solamente confiaba ciegamente en ella, cosa que no debería ser así. Mika se rascó la ceja: ¿iba a dormir o no?
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Los juegos del hambre
ActionHan pasado veinticinco años desde la rebelión en la que todos los distritos de Panem perdieron, por segunda vez, contra el Capitolio. No hubo piedad y, los pocos supervivientes que quedaron, sabían que todo sería un caos. Sin embargo, tras unos durí...