Más de cien mil espectadores chillaban con entusiasmo en el Círculo de la ciudad del Capitolio. Caesar Flickerman y Claudius Templesmith hablaban para animar aún más el desfile, opinando el uno con el otro sobre todos los trajes. Claudius halagó a Trevor Odair y a su traje de Tritón, representando su cercanía con el agua. Caesar sin embargo se quedó prendando de los ocho hermanos que expresaban timidez, modestia y cercanía con la naturaleza. Definitivamente estaban causando una buenísima impresión, aunque algunos de ellos pensaron que era imposible destronar a Trevor.
Roan saludaba con su mano en alto y una sonrisa que irradiaba seguridad en sí mismo y que empequeñecía sus ojos pardos. Marianne lo hacía con algo más de timidez, aunque de manera delicada, casi regia. Kris mantuvo su mueca seria (ya que no sabía qué cara poner) y saludó con dureza, mirando a las caras de los habitantes extravagantes del Capitolio. Eso le dio un aire profesional y elegante, incorruptible. Kean imitó a Kris, aunque se permitió sonreír bastante más, ya que había estado practicando su sonrisa en el espejo momentos atrás. Kean tenía, por decirlo así, una sonrisa perfecta, con unos pequeños hoyuelos que le hacían muy atractivo. Lauren y Adrien se atrevieron a darse la mano y levantarlas, en signo de fuerza. Lauren no pudo evitar hacerle un comentario en voz baja sobre la ansiedad que estaba sufriendo a su compañero, por lo que ambos lucieron bastante amigables al romper en carcajadas. Se les veía muy cercanos. Cara y Alex saludaron y rieron, mandaron besos y volvieron a saludar. Cara era el reflejo de lo refinado, con el vestido glamuroso, su liso pelo rubio blanquecino y una brillante sonrisa que hacía al público no apartar los ojos de su figura cuando pasaba con el carro. Alex era más reservado, pero su elegancia innata hizo que una rosa roja cayera en el carro. Él se la pasó a Cara, que la levantó sonriendo, saludando como antes o incluso más.
Tuvieron que esperar unos diez segundos a que el resto de los carros se posicionaran alrededor del balcón por el que hablaría Snow. Ya todos colocados, podían verse unos tributos a otros. Trevor asumió que los del Distrito 2 y el Distrito 7 estaban estupendos, aunque los hermanos del Distrito 7 eran más originales (ya que los del Distrito 2 usaron lo mismo de todos los años: el oro y la plata). Los del Distrito 11 llevaban al igual que siempre los petos vaqueros, aunque la belleza de Fionna Greengrass se había ganado a algunas personas del público gritando su nombre. Y es que Fionna era bastante guapa, se vería bien hasta con una bolsa de basura o con el polvo de carbón del Distrito 12. Los trillizos llevaban un traje transparente que parecía de cristal, adornado con unos diamantes en los hombros. Iban repeinados y serios, y habían estado saludando de manera agresiva. A pesar de ir de minero y de carbón, los del Distrito 12 eran muy atractivos de cara.
El Presidente Snow se levantó de la silla que había tras el podio de piedra y saludó. Si antes había un ruido ensordecedor, los aplausos y chillidos aumentaron cinco veces por ese simple movimiento de mano.
—Bienvenidos —habló por un micrófono, esperando a que se callaran. Parecía un profesor pidiendo silencio a sus alumnos, los cuales pararon de hablar y aplaudir rápidamente—. Bienvenidos, tributos —observó a cada uno de ellos—. Os damos la bienvenida. Aplaudimos vuestro valor... —Y miró a Trevor Odair—, y vuestro sacrificio.
Todos aplaudieron de nuevo.
«Como si el pobre hubiera tenido opción», pensó Cara.
—Os deseamos unos Felices Juegos del Hambre. Y que la suerte esté siempre de vuestra parte —acabó, sonriendo con falsa amabilidad. Chillidos femeninos se escucharon alrededor del lugar.
Los carros volvieron al movimiento, dando un tirón brusco que hizo que algunos se tuvieran que agarrar al lateral del vehículo decorado con rosas blancas. Entraron a un sitio cubierto a un lado del edificio en el que estaba el Presidente Snow. Se bajaron de los carros ayudándose unos a otros y los estilistas se acercaron a sus parejas.
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Los juegos del hambre
ActionHan pasado veinticinco años desde la rebelión en la que todos los distritos de Panem perdieron, por segunda vez, contra el Capitolio. No hubo piedad y, los pocos supervivientes que quedaron, sabían que todo sería un caos. Sin embargo, tras unos durí...