Cincuenta y tres

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Era el día de su boda

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Era el día de su boda.

No podía creerlo. Se había esforzado en conciliar el sueño durante la noche pero le había costado demasiado lograrlo. Lyon no estaba allí. Aimeé le había dicho que quedara a dormirse junto con Jean para que no se viesen antes de la boda, quería que fuese una sorpresa. Y aunque él no quería irse (lo que en realidad no quería era separarse de ella), tuvo que hacerlo.

El día anterior, Aimeé le pidió ayuda a su tía para que le ayudase a comprar y preparar la comida. Como no iba a ser algo grande, no les fue muy difícil. Clarisse ayudó en todo lo que pudo aunque Aimeé le dijo que mejor pensara y escribiera sus votos.

Había pasado todo el resto de la tarde pensando en que le diría. Sentía un millón de cosas pero ¿cómo expresarlas? ¿Cómo encontrar las palabras correctas para hacerlo? Ni siquiera ella sabía todo lo que sentía por Lyon en su totalidad. Además, no sólo iban a ser para ella, él las iba a escuchar junto con varias personas más y Dios como testigo.

Finalmente el alba había llegado. Y en cuanto abrió sus ojos, sentía como su corazón se hinchaba en su pecho a punto de explotar. No podía creerlo. Era el día de su boda. Después de todo lo que habían pasado, después de que le parecía imposible.

Se levantó de la cama de inmediato, no podía quedarse quieta al pensar en lo que estaba por ocurrir. Tomó un baño, necesitaba estar lista para cuando Aimeé le viniese a ayudar con lo demás. Pensó en cómo estaría Lyon en esos momentos, seguramente estaría tan nervioso y alegre como ella.

Una vez lista, salió de la tina, desenredó su cabello para que quedase lo más liso posible, tardó un poco en ello. Tomó unas gotas de vainilla y las puso tras el lóbulo de sus orejas. Esperaba que fuese suficiente. Nunca se había puesto a pensar si era guapa o atractiva. Él era demasiado, al menos para ella, sólo esperaba poder parecerle lo mismo a él. Aunque cuando notaba la forma en cómo la veía, se sentía realmente así.

-¡Clarisse!- tocó varias veces la puerta- ¿Puedo entrar?

Se apresuró a la puerta, cubriéndose con la camisola y alborotado un poco más su cabello. En cuanto la abrió, encontró a Aimeé con una sonrisa y cargando un saco.

-Traje varias cosas, pienso ponerte perfecta.

Clarisse pensaba en agradecerle pero no pudo hacerlo porque la abrazó con una fuerza que le sacó el aire y le sorprendió, no había pensado que tuviese tanta fuerza en un solo brazo. Le respondió rodeándola también porque se sentía profundamente conmovida por todo lo que ella estaba haciendo. Si fuera por ella misma, no tendría ni la menor idea de cómo organizarlo todo en tan poco tiempo.

-¿Emocionada por tu boda?

-Demasiado- admitió, inhalando aire.

-No eres la única- se separó de ella- Vengo de ver como esta Lyon y nunca lo había visto así. Jean estaba ayudándole así que no hay nada de que preocuparse.

Vestigios | Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora