Lo primero que pensó al despertar era en decirle lo que Aimeé le había sugerido. No pensaba perder más el tiempo y mucho menos cuando sabía que en cualquier momento podría llegar Julien.
Lyon estaba abrazado a su cintura como de costumbre, tocó los dedos de su mano anclada a ella para distraerse, la mano de Lyon se sentía un poco fría, era blanca pero lo que más llamó su atención es que tuviera exactamente el mismo anillo que ella. Como respuesta, él la acercó repentinamente hasta que pegó con su pecho y soltó un suspiro somnoliento.
Rio bajo como respuesta. Emanaba un agradable calor. No quería voltearse, parecía dormir muy plácidamente. A decir verdad ella también lo estaba. Pero quería decírselo antes de que se le fuera el valor para hacerlo.
Se giro para poder quedar justo delante de él. Se veía inerme, tranquilo. No era precisamente el tipo ideal, la mayoría de chicas buscaban un hombre robusto o musculoso. Pero Lyon tenía una clase de atractivo muy diferente, siempre se veía muy fino y elegante. Era delgado pero eso le gustaba de él. La verdadera pregunta era ¿Había alguna cosa que no le gustara de él?
Sus largas pestañas comenzaron a moverse hacia arriba y hacia abajo, vio sus ojos verdes brillantes abiertos y luego cerrados. Adaptándose a la luz. Al parecer se estaba despertando.
-Buenos días- dijo con una voz ronca que hizo que un escalofrío le recorriera al escucharlo. Y sonrió extendiendo sus labios a los lados.
-Buenos días- respondió.
Subió su mano hasta sus rizos y no pudo evitar jugar con ellos pasándolos entre sus dedos. No se había percatado que tenía mucho cabello, aunque no parecía maltratado, de hecho era todo lo contrario. Eso pareció agradarle porque esbozó otra sonrisa más y apretó los ojos.
Ojalá pudiese despertar viéndolo así todos los días, era lo que más deseaba. Los últimos días se había puesto a pensar respecto al futuro y sentía emoción de cómo podrían ser las cosas, aunque otra parte de ella se sentía completamente aterrada.
-Lyon- lo llamó.
Él no tardó nada en volver a abrir los ojos y mirarla interesado por lo que podía decirle. Sabía que cuando pronunciaba así su nombre, iba a decirle algo. Y más cuando parecía nerviosa.
Siempre le había gustado las expresiones que hacía Clarisse, cuando sus mejillas se volvían rojas o cuando sonreía. Le gustaba verla sonreír. Aunque al mismo tiempo se sentía fatal cuando la veía llorar o angustiada.
-Casémonos.
Sus ojos se abrieron un poco ante la sorpresa de lo que ella había dicho. No se esperaba eso.
-¿Quieres hacerlo?- respondió casi de inmediato.
-Sí, sólo si tú quieres hacerlo también- musitó sintiéndose intranquila de que tal vez él ya hubiese cambiado de decisión. Al no saber si iba a poder resistirle la mirada, se sentó en la cama, tapándose hasta la cintura con la cobija.
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Vestigios | Timothée Chalamet
RomanceTodo estaba cambiando. Francia planeaba su Revolución. Una noble, un chico del tercer estado y los vestigios de un antiguo régimen que se estaba transformando.