Habían pasado dos días desde que Clarisse había sido plantada por Lyon, la joven razonó todas las probabilidades, al principio dedujo que los guardias no le habían permitido pasar, pero Eugene le aseguró que no le había visto tras las puertas. Lo más seguro era que Lyon había decidido alejarse de ella, tal vez se había aburrido de su compañía o la había pasado a segundo plano y si era esa razón, la joven lo entendía, o le había llegado a odiar por el hecho de ser una noble, lo cual también comprendía pero del mismo modo le dolía en lo más profundo de ella.Sus padres le habían dejado sola, con la fiesta navideña a solo dos días, todo el castillo se encontraba trabajando en ello, con el banquete, las decoraciones, los vinos y los pasteles, todos estaban acelerados y el castillo se encontraba lleno de ruido. Más allá de Lyon, lo que rondaba en la cabeza de Clarisse eran los ducados de su padre, desde aquel día no paró de pensar en que haría ella si tuviera todo ese peso sobre sus hombros, primero debía prepararse antes de exigirle algo a sus padres, sería como hacerle llevar una cuerda en el cuello al pueblo el hecho de que Clarisse intentara gobernar siendo una completa ignorante.
Hacía días que se sumergia en los libros de la biblioteca, disfrutando de las historias y los personajes y al mismo tiempo aprendiendo de los soldados que salían, sus planes para acabar con el enemigo y como luchaban, otras veces, leía acerca de familias pobres que luchaban por salir adelante, de pinturas y el Francia de la Epoca Medieval, lo cual le lleno de dudas al igual que le contestó algunas de sus preguntas.
Cerró el libro, lo dejó sobre la mesa y salió corriendo de dicho lugar, desde niña, le había asustado el hecho de que la encontraran en dicho lugar, ya que no le permitían leer todos los que se encontraban, pero Clarisse no entendía porqué tenían tantos si no le eran permitidos leer.
Bajó corriendo por los jardines para hacerse cargo de sus flores, que pese a que tenían quién se podía encargar de eso, era algo que a Clarisse le gustaba hacer. A veces deseaba hacer algo más, algo más que regar las plantas o pintar, algo que ocupara más parte de su tiempo, a pesar de que se despertaba casi al alba y se dormía al anochecer, y pese a que pasaba horas diarias leyendo, el tiempo le parecía eterno. Cuando veía a Lyon podía pasar la tarde con él charlando sobre cualquier tema, o cuando salía con su familia a visitar a los nobles el tiempo pasaba rápidamente. Pero últimamente era la excepción.
-Buenos días, Clatisse.
-Buenos días, Eugene. ¿Cómo se encuentra?- se levantó del pasto sacudiendo su vestido.
-Muy bien ¿y usted?
-Igual, gracias. ¿Qué ha pasado?
-Sus padres me han encargado de cuidarle si se encontraba en los jardines, para su seguridad.
-Gracias, sería un placer su compañía.
El hombre le dio una pequeña sonrisa para permanecer a su lado mientras regaba cada una de sus rosas, ella tenía la suerte de un soldado tan leal como él, no cualquier noble conseguía a alguien como Eugene.
ESTÁS LEYENDO
Vestigios | Timothée Chalamet
Storie d'amoreTodo estaba cambiando. Francia planeaba su Revolución. Una noble, un chico del tercer estado y los vestigios de un antiguo régimen que se estaba transformando.