Treinta

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Esa mañana volvió a levantarse

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Esa mañana volvió a levantarse. Sin importar el miedo que tenía, ni que probablemente lo vería de nuevo, lo hizo. Con el corazón en la mano caminó los pasillos, temiendo que si lo encontraba de nuevo, las cosas serían mucho peores.

Todos estaban preparandose para su boda, a solo una semana del gran evento, si no estaba viendo a su madre quien se encargaba de todo, estaba con sus costureras quien le hacían las medidas. Eso no hacía más que recordarle la pesadilla que estaba viviendo, una de la que no podría escapar nunca.

-Disculpa- llamó a una sirvienta que sin dudarlo caminó hacia ella-¿Sabe si Julien se encuentra aquí?

-No, señorita. No se encuentra, al parecer ha ido con su padre a algún lugar no muy lejano.

Al oir esas palabras, la opresión en su pecho disminuyó notablemente.

-Muchas gracias. ¿Podrías traer mis lienzos y pinturas al jardin?

-Por supuesto que si. Con su permiso- dio una reverencia.

Hacía semanas que no se acercaba a sus óleos a pintar algo nuevo, no sentía ninguna clase de inspiración, incluso su mente estaba en otras cosas, sobre como el tiempo había transcurrido y se daba cuenta de muchas cosas.

Como que nunca llegaría a ser una duquesa independiente de las provincias de su padre, que aunque tuviera todo el conocimiento del mundo, era más que imposible que eso sucediese.

Una vez que todas sus herramientas estaban sobre el extenso patio, se dedicó a pintar a su alrededor como solía hacerlo desde siempre, teniendo al lado un guardia que no era Eugene.

No le había visto desde hace días, seguramente su padre lo mandó a otro lugar a cuidar otro aspecto del palacio o como mensajero, cualquier cosa era buena para evitar que le volviera a dirigir la palabra.

Una cosa que no sabía era como iban a ser las cosas una vez que la boda terminase. Ella sería una duquesa, tal vez no totalmente pero tendrían a su cargo varias extensiones inmensas de tierra de parte de la familia de Julien y la suya. Seguramente el pueblo le odiaría más, ya había pasado algún tiempo que no atacaban las puertas de ningún castillo y esa temporal calma no podía tomarla del todo buena.

Lyon no podía de dejar de pensar en ello. Mucho menos Clarisse, podía estar haciendo cualquier cosa y todo le recordaba a él. Absolutamente todo.

Un par de horas pasaron para que la pintura que había iniciado comenzara a tomar vida en matices de muchos colores, tenía una gran sonrisa en el rostro, le gustaba como había pintado el cielo, justo ahora estaba a punto de atardecer y los colores rojos, naranjas y amarillos colores adornaban el cielo haciendolo ver mágico.

Pero eso no duró por mucho, cuando la puerta principal parecía quererse a abrir, todos sus sentidos se pusieron alertas. No iba a poder evitarlo para siempre, pero quería hacerlo por el mayor tiempo posible.

Vestigios | Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora