Cuarenta y cuatro

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-No veo nada, Lyon- dijo Clarisse entre risas

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-No veo nada, Lyon- dijo Clarisse entre risas.

-Con cuidado por aquí- Clarisse se aferró a sus manos que estaban entrelazadas. Soltó un pequeño grito de nerviosismo a lo que él se rio.

-¿Qué hay allí? ¿Un animal?

Para ese punto, Lyon no podía contenerse para reír. Su risa era inusual pero extrañamente contagiosa, por lo que cuando uno lo hacía, ambos terminaban haciéndolo.

-No, es solo una roca. Espera.- con su pie la pateó lejos- Listo.

-¿Puedo saber a dónde vamos?

No podía ocultar su curiosidad, llevaba una tela sobre sus ojos que le impedía ver. No conocía para nada Berry por lo que no tenía ni una idea de a dónde la iba a llevar.

-Ya casi.

Lyon miraba el camino que estaba enfrente antes de guiar a Clarisse, era posible que se pudiese tropezar si había un bache o alguna otra piedra por lo que estaba concentrado en ello.

Si Clarisse era honesta, le gustaba todo aquello; tener sus manos juntas y charlar de cualquier cosa. Era de sus cosas favoritas.

Pasaron varios minutos así, a donde iban era difícil que pudiese pasar la carreta por lo que decidió que era mejor a pie. Además, no estaba muy lejos. El clima parecía ideal, como si aún todo aquello hubiese estado arreglado, la brisa era suave y refrescante mientras el sol era cálido a la piel.

Clarisse logró percibir el petricor que le resultó fresco. Adivinó dónde estaban cuando escuchó el sonido de agua chocando con algo que no pudo reconocer. Estaban en un río.

-Listo, ahora te quitaré la tela.

Pudo sentir las manos de Lyon en su nuca. Él solamente trataba de quitarla con cuidado para que su cabello no se jalara también. Tardó un poco de tiempo en ello y luego finalmente lo logró.

Abrió los ojos con lentitud y quedó atónita por lo que estaba viendo. Era un río tan claro que pudo ver las rocas que estaban debajo que provocaban el sonido relajante, algunas eran tan grandes que causaban pequeñas cascadas. Alrededor había árboles y otro tipo de plantas, también pudo ver algunas flores.

-¿Te gusta?- preguntó con una pizca de nerviosismo.

-¡Si, mucho! ¡Es muy bonito!

Era real. Nunca había visto un lugar como aquel. Había visitado uno parecido cuando tenía cinco años con sus padres, o algo así le habían contado un día que estaba comiendo con ellos.

-Recuerdo cuando me dijiste que te gustaba el mar y no sé, pensé que este lugar te gustaría, aunque no es lo mismo- dijo poniendo sus manos atrás.

-¿Aún lo recuerdas?- preguntó asombrada y conmovida al mismo tiempo de que no lo hubiese olvidado.

-Claro.

Vestigios | Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora