Trece

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Los días habían pasado con velocidad

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Los días habían pasado con velocidad. Clarisse sentía como el tiempo se escurría entre sus dedos. Hacía dos días que había acontecido el ataque, sus padres habían tomado medidas extremas. No podía salir del castillo y ellos al salir llevaban el doble de guardias. Había una cifra grande de muertos de ambos lados, más de cien hombres habían muerto, incluyendo campesinos y soldados. Su padre no le dio más explicaciones, escasamente le contó que Eugene estaba vivo, estaba callado, eso le asustaba. No sabía lo que había ocurrido o que estaba pasando en Francia, lo único que recibía como respuesta eran silencios.

Se encontraba en el jardín pintando aquella escena que había visto del ataque con total detalle y cuidado, no pensaba en otra cosa en estos últimos días, su mente y pensamientos se centraban en tratar de entender el propósito de todo el alboroto, la otra vez que había hablado con Lyon le explico más de como se estaban levantando en armas, por otro lado su padre le explicaba que querían un nuevo orden en Francia que destruiría al país. Su mente estaba confundida y el lienzo le ayudaba a calmarse un poco.

Sus padres rara vez se encontraban en casa, en esos últimos dos días era como si no existiera para ellos, no había comidas juntos y cada que trataba de hablarles le miraban con irritación, les entendía pero comenzaba a sentir que se volvería loca en algún punto. Y más si pensaban volver a Versalles, si antes rara ocasión salía, de ahora en adelante solo estaría en su habitación.

Varios soldados permanecían cuidandole que temían por algún pequeño ataque y estaba cerca de las puertas las cuales estaban dañadas.

Estaba a punto de terminar la puerta, quería hacer un detalle más cuando miró al chico que se estaba frente a sus ojos. Su respiración se atoró en la garganta y tiró el pincel que portaba.

Era Lyon. Tenía el rostro hinchado, con golpes recién hechos, su labio sangraba al igual que su nariz, su fino cuello tenía tonos rojizos, morados y verdes, al igual que sus delgados brazos.

Sin dudar un segundo, les hizo una señal a los guardias que se detuvieran, que le dejaran pasar y salió corriendo a su dirección.

La rabia corría dentro de ella, lucía tan indefenso, como la primera vez que lo encontró, Lyon era hábil, sin embargo no era el más fuerte, el más alto, el más ancho, era simplemente un chico. Apenas poco más ancho que Clarisse.

-¿Está bien? ¿Qué le sucedió?- exclamó alarmada.

El joven se tambaleó, Clarisse con toda la fuerza que poseía le ayudó a no caer, le tomó por el torso con total cuidado a lo que él soltó una queja.

-Abran la puerta- ordenó- Y traigan algo para ayudarle.

Lyon simplemente se quejaba de dolor, una y otra vez, quería soportarlo para no alarmarla pero no podía hacerlo. Trataba de cargar su peso mientras le llevaba a una habitación en la planta baja para que así ella no tuviera tanto que cargar sobre sus hombros pero al ejercer fuerza, sentía como su cuerpo le pedía ayuda.

Vestigios | Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora