Veintisiete

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Los últimos días había pasado la tarde huyendo de su familia y Julien, aunque no tuvo mucho exito, el palacio era enorme, pero no lo suficiente para lograr que no le vieran

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Los últimos días había pasado la tarde huyendo de su familia y Julien, aunque no tuvo mucho exito, el palacio era enorme, pero no lo suficiente para lograr que no le vieran.

La relación con Julien era tan extraña, no le tenía miedo pero tampoco le gustaba estar a su lado. Los días se basaban en quedarse encerrada en su cuarto, salir a pasear o comer con sus padres y su futuro esposo.

Era ya de mañana y seguía dormida, su madre no le había despertado, lo cuál era extraño para ella. No podía haber cosa más relajante que el sonido del viento chocando contra la ventana y el calor de las sábanas. Era lo único bueno que había en sus días últimamente. No tenía ninguna intención de levantarse hasta que le obligaran a hacerlo.

La puerta se había abierto bruscamente, lo ignoró por completo. La relación con su madre iba de mal en peor, ni siquiera quería dirigirle la palabra desde que había decidido tomar una decisión importante de su vida sin consultarle.

-Buenos días- para su suerte, era Eugene.

Talló sus ojos una y otra vez tratando de despertarse completamente y se incorporó con lentitud.

-Buenos días.

Reconocería esa voz en cualquier lugar. Era Lyon. Cuando abrió los ojos pudo verlo en la puerta, dando una pequeña sonrisa.

Estaba aquí y le estaba viendo recién despertada. Seguramente era un desastre, tal vez su cabello estaría despeinado por la almohada y eso sería demasiado vergonzoso cuando él se veía intachable. Pero tampoco podía negar que le alegraba verlo.

-Los dejare solos- Eugene sonrió y se alejó con cautela.

Estaba desenredando su cabello lo más rápido que podía, no sabía que decir.

-Perdón.

-¿Por qué?- ladeó la cabeza.

-Porque seguramente me veo mal.

-Eso no es posible.

No lograba entender como unas simples palabras podían hacer su corazon latir como si se quisiera salir de su lugar.

Se había dispuesto a levantarse, ahora que él se encontraba allí, todo el sueño se había esfumado por completo. Extendió su mano para que la entrelazara con la suya, él simplemente sonrió y se acercó lo suficiente para que ella pudiera lanzarse a abrazarlo. Con su mano acarició su cabello como siempre lo hacía y nunca se había sentido más en casa.

-¿Me escucharé desesperada si le digo que lo extrañe mucho?

Como respuesta pudo sentir su risa vibrando sobre su cuello al igual que su cabello cuando negó repetidas veces.

-No. Yo también le extrañé.

Lyon le había alzado de la cama, dándole vueltas suaves haciendola reir. Siempre sabía como hacerla sentir mejor. Una vez que la había soltado cayó en cuenta de la situación. Estaba en camisola.

Vestigios | Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora