Veintidós

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-Quisiera llevarle a algún lado pero

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-Quisiera llevarle a algún lado pero... no creo que sea prudente. Ni siquiera con mi padre. Perdón.

-No tiene porqué, me gusta este lugar- se giró a ver los árboles y plantas que les rodeaban- Usualmente vengo con Eugene aquí.

Era como un sueño. Un hermoso y efímero sueño tener a Lyon allí, al lado suyo, tendidos sobre el pasto, uno frente al otro como si nada estuviera ocurriendo. Como si Francia no existiera en aquellos momentos.

-¿Y a qué viene?

-Le dije que me mostrara como defenderme- habló con cierta pena, él abrió los ojos con sorpresa- Y hemos practicado aquí por las últimas semanas. No soy buena con ello.

-¿Por eso son los rasguños en la barbilla?

-Si, pero no fue porque pelee, sino que me caí varias veces.

Lyon soltó una risa, era de las pocas veces que le había escuchado reír y era la risa más bonita que había escuchado en toda su vida. Le gustaba verlo sonreir. Y le gustaba saber que ella era lo que lo provocaba.

-Dígame que no ha peleado de nuevo. Por favor.

Lyon frunció los labios sin contestarle. Porque no podía mentirle pero sabía que a ella no le gustaría la verdad. Ella bajó la mirada.

-No me gusta que lo haga- musitó, Lyon se acercó varios centímetros a ella para observarla- No me gusta verlo golpeado ni imaginarme que lo lastiman.

Lyon juró que nunca había sentido tanto anhelo por mirar una persona, cada parte de ella le resultaba tan adorable, tan bonita que quería observarla para siempre.

-Digame que no se deja golpear por dinero- levantó la mirada con suplica. Lyon negó y ella soltó un suspiro más aliviado.

Es que para Clarisse, Lyon no era el sinónimo de fuerte. Era delgado, muy delgado, no era como otros hombres fuertes y corpulentos como Julien, a ella le gustaba eso de él pero al mismo tiempo sabía que era una desventaja cuando se trataba de peleas.

-Si yo prometí cuidarme quiero que usted me prometa lo mismo. Prometame que se cuidará.

Los labios de Lyon se ensancharon en una sonrisa disimulada.

-Lo prometo.

Miró la delgada mano de Lyon y lo que llamó su atención fue la tela rojiza que envolvía su muñeca como pulsera. Era la misma que le había dado cuando había llegado con Aimée al castillo. Cuando vió el detalle no pudo evitar sentirse conmovida.

-¿Aún lo guarda? Pensé que lo habría perdido.

Lyon negó. La realidad era que lo usaba con frecuencia.

-Me lo dio para que le recordara cuando usted ya no estuviera más. Pero- con su otra mano lo quitó de su muñeca con cuidado, lo miró durante un segundo y se levantó, amarró de la mejor forma que pudo sobre el cabello de Clarisse haciendola reir- Justo ahora estoy con usted. Y no creo que necesite un objeto para recordarla. Le queda mejor a usted.

Vestigios | Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora