Veinticinco

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Los siguientes quince días habían pasado velozmente

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Los siguientes quince días habían pasado velozmente. La herida había sanado por completo, aunque aún tenía la cicatriz. Estaba dormida cómodamente hasta que la ruidosa voz de su madre se hizo presente como acostumbraba a hacerlo cada mañana.

-¿Qué te he dicho miles de veces? Levantate- cerró los ojos adaptando sus ojos a la luz del alba que se colaba por la ventana- Hoy habrá un evento muy importante y necesitan arreglarte.

Se incorporó lentamente adormilada tratando de seguirle las palabras a su madre, que cuando se encontraba alegre hablaba con mucha rapidez.

-¿Qué?

-El baño está listo, después quiero que veas el vestido que te compré. Me habías dicho que querías uno.

Y así como había entrado, salió con prisa. Nunca la lograba entender. Soltó un suspiro pesado. La noche anterior no había podido dormir, se había pasado la tarde con Joseph dando vueltas como acostumbraba a hacerlo. Estaba sorprendida en cuanto a la madurez del niño, nunca se hubiera imaginado que pudiera actuar tan tranquilo después de ver situaciones tan horribles como aquellas.

Después de haber tomado un baño, miró el vestido que estaba sobre la cama, era rosado, era un vestido hermoso, tenía decoraciones de flores hechas de encaje y el corsé tenía pequeños detalles cocidos, no parecía extravagante, incluso el tono rosado era tenue. Su madre nunca le había comprado un vestido tan bonito.

Mientras le ayudaban a colocarselo, miró al plato que se encontraba sobre la mesa, no hacía más que recordarle a Lyon y las palabras que le había dicho sobre casarse. Y más aún, su reacción.

Le confundía porque no le había contestado, no había emitido ningún sonido, simplemente le había besado. Pero ¿qué quería decir con eso? Ni siquiera había podido mirar su expresión al decir aquellas palabras, cuando recuperó la consciencia, tenía sus labios sobre los de él.

¿Era algo bueno?

No le había visto por las dos semanas siguientes, Eugene le había dicho que tuvo que volver con su padre. Esperaba que no se metiera en conflictos por haberle ayudado, seguramente aquel hombre le contó a su padre de lo ocurrido.

Pero el verdadero problema es que no solo estaría con él, sino con personas que odiaban a la nobleza y todo lo que tenga que ver con ella. Y no dudaba que al enterarse lo que había hecho, lo contarían como traición.

Cuando terminó de cepillarse el cabello se dio una rápida mirada al espejo, esperaba que no fuera demasiado arreglada para un evento del castillo ¿Para qué arreglarse cuando permanecía en la orilla todo el rato?

Bajó por las enormes escaleras, caminando entre los pasillos obteniendo algunas miradas de los demás nobles. Comenzaba a sentirse un poco incómoda, tal vez los zapatos hacían mucho ruido o era el vestido que le había comprado su madre. Aunque era ridículo ya que el palacio estaba lleno de todos los colores en los techos y decoraciones.

Vestigios | Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora