-¿Qué?
-Él está en Versalles.
Movió su cabeza de lado a lado, negando. No era verdad. Habían pasado más de dos meses. Estaba segura que ya no le recordaría.
-No. No. Él está en Berry.
-Está en Versalles. Está aquí afuera- dijo en voz baja- Y le ayudaré a salir.
-¿Cómo? ¿Y si los guardias le dicen a mis padres?
Si antes no le permitían salir, ahora con un peligro como aquel le prohibirían salir de su cuarto si se enteran que se había escapado.
-No lo harán. Confíe en mi.
Le siguió. Cada una de sus instrucciones, no se había ido a cambiar ni mucho menos arreglado el cabello, en lo único que podía pensar era en las miles de emociones distintas que sentía. No olvidaba a Julien, lo que le había pasado pero Lyon. Lyon estaba allí. En Versalles. No quería hacerse historias en la cabeza. Pero ¿y si seguía molesto con ella? ¿Si sólo venía a devolverle las libras que le había dado?
Pero iba a verlo. De cualquier forma iba a verlo.
Eugene se separó de ella para hablar con los guardias que cuidaban la puerta dorada. Estaba hiperventilando. Esto debía ser un sueño. Tal vez estaba dormida y nunca pasó lo de Julien (lo cual agradecería infinitamente) pero tampoco sucedería que Lyon estuviera allí.
-Listo- susurró Eugene cuando volvió a llegar al lado suyo- Le cuidare desde la distancia.
Asintió sintiendo el corazón en el estomago.
Una vez que pasó la puerta, sintió su corazón latir con suma violencia, con cada paso que daba era consciente que se encontraba más cerca de él.
Cuando Eugene se detuvo. Contuvo la respiración.
Estaba allí. A un par de metros, no había cambiado nada desde que lo había visto por última vez, sus ojos verdes y su cabello semirizado seguían allí. Aún un par de cicatrices en su rostro de otra posible pelea.
No se había dado cuenta que tanto lo había extrañado hasta que lo vio, era cómo si finalmente pudiera sentirse más tranquila e incluso tuvo que contener las ganas de llorar. Y ahora él la estaba mirando.
-¿Lyon? ¿De verdad es usted?- su voz se quebró.
Quería llorar, quería reirse, quería correr a abrazarlo, quería abrazarlo y nunca dejarlo ir.
Lyon estaba frente a ella, a escasos veinte centímetros, no podía quitar sus ojos de él, no podía concentrarse en otra cosa que no fuera él. La idea de que le guardara rencor cruzó por su cabeza, nunca le envió la carta, nunca le pidió perdón por haber sido tan insensible.
La idea se evaporó por completo cuando vio una pequeña y apenas visible sonrisa sobre su rostro. Sus ojos brillaban por la luz de la luna que rebotaba sobre estos. Su rostro fue tomado por sus manos frias como cuando la había besado, sus ojos se posaron sobre ella examinandola con detenimiento, cada facción como si quisiera tomar una nota mental.
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Vestigios | Timothée Chalamet
RomansaTodo estaba cambiando. Francia planeaba su Revolución. Una noble, un chico del tercer estado y los vestigios de un antiguo régimen que se estaba transformando.