Treinta y cinco

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Cuando despertó, Lyon no estaba allí, se había ido a dormir a otro lugar, quería decirle que no se fuera, que durmiera con ella pero no tuvo el valor suficiente para pedirselo

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Cuando despertó, Lyon no estaba allí, se había ido a dormir a otro lugar, quería decirle que no se fuera, que durmiera con ella pero no tuvo el valor suficiente para pedirselo. Talló sus ojos y se puso el mismo vestido del día anterior, limpió su rostro con un poco de agua de la vasija que estaba sobre el mueble y se frotó las mejillas con las manos tratando de que así tuviesen más color.

La escena que había visto después era digna de pintar; Lyon estaba cocinando con un delantal y una dulce sonrisa en su rostro. En ese momento deseó tener sus instrumentos de pintura que se habían quedado en el palacio.

-Buenos días- musito adormilada.

-Buenos días- tiró por accidente una zanahoria- Perdón, debes saber que yo no sé cocinar, para este punto seguramente ya te diste cuenta.

Quería no reírse pero lo hizo, porque la escena era de las cosas más adorables y graciosas que había visto en su vida.

-Yo tampoco sé.

En cuanto llegó a su lado se asomó a lo que estaba cocinando y pudo percibir el olor a quemado.

-Creo que no podremos comer esto.

-No te preocupes- envolvió sus brazos sobre su torso, él inmediatamente dejó las cosas que tenía sobre sus manos para abrazarla de la misma forma- A mi me quedaría mucho peor.

-Quería cocinar algo pero creo que le pediré ayuda a la señora Bonnet como siempre.

-No me molestaría probar tu comida quemada, en realidad- admitió causándole una risa.

-Creo que mejor iré a comprar más cosas y le pediré que me ayude.

Claramente su plan había fracasado, su idea del desayuno fue un completo desastre pero aún podía rescatarlo, era preferible que esperaran un par de horas mientras volvía a cocinar junto con la señora Bonnet a darle algo quemado. A ella en realidad no le importó, tomó con cuchara un poco y lo probó, no era nada como lo que comía en el palacio pero eso no significaba que supiera mal y que estuviera hecho por él le pareció de lo más interesante.

Para su suerte la puerta había sonado, cuando Lyon fue para abrir supo que era la señora Bonnet, no entendía como siempre llegaba en el momento exacto, llevaba una cacerola con comida y un par de telas.

-Buenos días, les traje algo para que desayunan y otro vestido para Clarisse.

-Muchas gracias-tomó las suaves telas entre sus manos admirando los colores y las texturas, parecía muy bonito a simple vista.

Sin decir nada más les dio dos cucharas y puso dos platos sobre la pequeña mesa. No entendía como una mujer que no era de la familia de Lyon lo trataba tan calidamente, con tanta confianza como ella lo hacía, parecía que ya se conocían desde hace tiempo o por lo menos eso supuso cuando se dirigió a la cocina para limpiar como si fuese su casa.

Vestigios | Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora