Bianca esperó a que Vincenzo le abriera la puerta de su hogar, estaba nerviosa pero por encima de todo tenía ganas de recordar.
Cuando su prometido abrió el impresionante pórtico de madera maciza, su corazón empezó a latir desaforado. Miró a su alrededor, estudió cada detalle de la habitación tratando de encontrarse entre esas paredes. Pero nada. Cada habitación, cada estancia más grande que la anterior no le decía absolutamente nada. Podía reconocer por la antigüedad de los muebles y los techos altos y ornamentados con repujadas cornisas, que era una casa señorial que seguramente había pertenecido a gente importante en el pasado.
Vincenzo empujó la silla de ruedas enseñándole cada rincón de la casa y recordando pequeños fragmentos de sus vidas en común.
―Nos solíamos sentar en esa alfombra, frente a la chimenea y planear nuestra boda. Tú querías orquídeas para decorar las mesas, aunque yo prefería las azucenas, ¿recuerdas?
Bianca se frotó la frente con la mano tratando de averiguar qué tipo de planta era la azucena.
―Me duele la cabeza, creo que estoy saturada con tanta información. ¿Podría ir a dormir un rato?
―Claro, te enseñaré cuál es nuestro dormitorio.
Bianca empalideció.
―¿Dormimos juntos?
Vincenzo se colocó delante de ella para mirarla a los ojos.
―El doctor me ha dicho que vayamos poco a poco y que tenga paciencia contigo, es normal que ahora te sientas algo desorientada y abrumada, así que preparé la habitación de invitados para ti.
Respiró aliviada.
―Gracias, gracias por ser tan comprensivo.
Vincenzo acarició su mejilla y ese gesto la puso en tensión, permaneció rígida, sin moverse mientras él se acercaba y besaba con ternura su frente.
―Iremos despacio, Bianca, no hay ninguna prisa. Haré que vuelvas a enamorarte de mí como ya lo hice en el pasado.
Ella asintió, agradecida porque Vincenzo se alejara. Por alguna razón no soportaba su proximidad, cada vez que la tocaba todo su cuerpo se paralizaba e incluso le costaba respirar.
Sola en su habitación, empezó a llorar. Todavía no podía mover las piernas, a duras penas lograba ponerse en pie y le quedaba un largo camino de rehabilitación para volver a recobrar la movilidad. Aún sentía dolores por todo el cuerpo y la peor parte, sin duda, se la había llevado su memoria. Por más que lo intentaba era incapaz de recordar su pasado, quién era, qué le gustaba hacer o a qué se dedicaba; se sentía como un recipiente vacío.
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Ingrid
RomanceEl hijo de un prestigioso capo italiano ha perdido a la mujer de su vida de la noche a la mañana. Pese a las evidencias que indican una marcha voluntaria, él nunca deja de indagar, y en su búsqueda destapa oscuros secretos de la mujer que ama. *** I...