―Y ahora debes poner el abono ―cogió las manos femeninas y las guio para que pusiera el fertilizante sobre la tierra de la maceta―, un poco de agua... ―regó la planta con suma delicadeza―, y a esperar que crezca ―sonrió―. La orquídea es una de mis plantas favoritas.
La muchacha esbozó una amplia sonrisa y se puso en pie para dejar la maceta sobre la repisa de la ventana.
―Este lugar es mágico ―admitió, dejándose envolver por los sentidos.
―Te gusta, ¿eh? Siempre que quiero desconectar o relajarme vengo aquí, me transmite mucha tranquilidad. Las plantas son como las personas: algunas florecen más tarde, necesitan algo de ayuda, cariño y protección; pero cuando logran salir adelante, son más resistentes y hermosas que el resto.
Su mano acarició la mejilla de ella y se acercó para besarla. Permaneció rígida al principio, pero en cuanto percibió en su propia piel la suavidad de sus labios, reaccionó por instinto y le devolvió el beso con rapidez.
―¿Damos un paseo? ―ofreció.
Bianca asintió con la cabeza y juntos pasearon por el jardín. Les había llevado un año reformarlo, arrancar las malas hierbas y hacer que volviera a resplandecer. El trabajo había sido parte de su terapia para mantener la mente ocupada, familiarizarse con los recuerdos olvidados e intentar recuperar el tiempo que había perdido.
Después del accidente no había logrado recordar nada. En muchos aspectos, Vincenzo seguía siendo un extraño para ella, pero su infinita comprensión y el cariño que le había demostrado, era la prueba del enorme amor que le tenía.
Estaba feliz por primera vez en mucho tiempo. Había recuperado la movilidad casi completamente y sentía que no le faltaba nada. Adoraba la vida tranquila y discreta que le ofrecía Vincenzo; sin duda eso había contribuido a su recuperación.
Le buscó con la mirada y, agradecida por sentirse a salvo y protegida, se abrazó a él, le dio un beso y luego otro más.
Sus ojos le contemplaron de esa forma tan suya; complacido porque Bianca le mostrara su afecto.
―Eres mi vida, lo sabes, ¿verdad? Ahora soy completamente feliz, Bianca, y te prometo que yo también te haré muy feliz.
―Ya lo soy ―reconoció.
―Algún día volveré a estar arriba ―dijo señalando hacia el cielo―, podré darte todo lo que mereces y me sentiré completo, serás mi mano derecha y... la madre de mis futuros hijos, espero ―se echó a reír antes de abrazarla.
La muchacha se quedó sin aire en los pulmones tras su último comentario. Tener hijos no era algo que se hubiera planteado y no estaba segura de querer ser madre. No sabía lo que eso significaba, no recordaba a sus padres ni tenía ninguna noción de su pasado. ¿Cómo podría ser una buena madre si no había tenido ninguna, ni siquiera infancia?
―Pero antes deberíamos casarnos ―continuó ilusionado―, ¿te sientes con fuerzas para organizar una boda?
―Vincenzo... ―desvió la mirada al suelo―, no quiero hacer nada que implique estar con muchas personas. Sabes que no las recuerdo y eso me frustra, al igual que las constantes preguntas y... ―negó con la cabeza―, no lo soportaría.
―Ya lo sé, nunca te ha gustado ser el centro de atención, por eso dijimos de invitar solo a los más allegados y algunos amigos, para mí sería importante y, ¿quién sabe?, puede que al final logres recordar...
―Pero es que tu familia es muy extensa, hemos repasado tu álbum familiar cientos de veces.
Se echó a reír.
―No tengo ninguna prisa, Bianca; cuando estemos preparados daremos el paso. Si una vez me dijiste sí, estoy convencido de que volverás a hacerlo.
Ella le miró a los ojos, siempre conseguía que se sintiera bien. Por muy afligida o angustiada que estuviera, sabía qué decir para calmarla.
―¿Cómo puedes ser tan comprensivo? ¿Qué he hecho para merecerte?
Se acercó a ella y sostuvo su rostro entre sus manos para poder observarla.
―Escúchame bien, Bianca, lo eres todo para mí. Cuando nos conocimos no creí que pudieras llegar a significar tanto en mi vida y ahora... simplemente no sé qué haría sin ti. Si no quieres, si prefieres esperar o hacer cualquier otra cosa, me adaptaré, solo tienes que decirlo; pero a mí sí me haría mucha ilusión que pudiéramos formalizar nuestra relación algún día.
Asintió sintiéndose comprendida. En realidad no era tanto lo que le pedía, él se había adaptado a ella en infinidad de ocasiones y si casarse era lo que realmente quería, podía hacer ese pequeño esfuerzo. En ese momento para ella no había nadie tan importante, Vincenzo era incluso más importante que su arraigado miedo.
Una alarma en su teléfono móvil empezó a sonar, recordándoles que debían regresar a casa.
―Es hora de tomar tus pastillas y prepararnos para la cena ―anunció divertido, acompañándola por el jardín.
Entraron en casa y Bianca se dejó guiar por él. Le resultaba agradable ver cómo lo tenía todo controlado, cómo no debía preocuparse de nada más que tratar de recordar quién fue en el pasado. Por desgracia su búsqueda no había dado sus frutos aún, pero ansiaba el momento en que los recuerdos empezaran a llegar a su cabeza y las piezas de ese enorme puzle al fin encajaran.
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Ingrid
RomanceEl hijo de un prestigioso capo italiano ha perdido a la mujer de su vida de la noche a la mañana. Pese a las evidencias que indican una marcha voluntaria, él nunca deja de indagar, y en su búsqueda destapa oscuros secretos de la mujer que ama. *** I...