8. Vita rubata (Vida robada)

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Los días pasaron y mi carácter seguía siendo inestable, había momentos que me sentía capaz de soportarlo todo y otros en los que los problemas me oprimían hasta el punto de dejarme sin aire en los pulmones.

Patrizio ralentizó la marcha para tomar aire y yo hice lo mismo.

―¿Qué pasa? ¿Es que ya no puedes seguir el ritmo? ―pregunté mofándome.

―Hoy te noto algo más activo que de costumbre... ―Se quitó la camiseta para escurrir el sudor.

Patrizio era deportista por naturaleza, sabía mantener un equilibrio entre mente y cuerpo y se entrenaba diariamente para ello. Además del deporte diario, hacía clases de relajación, meditación y yoga. Intentamos un cursillo acelerado de yoga el mes pasado, pero no tardamos en darnos cuenta de que no era lo mío. Lo cierto es que no necesitaba más, me bastaba con el tratamiento que habíamos iniciado y, en cierto modo, desde que empecé a obligarme a salir de casa y trabajar mi cuerpo, me sentía mucho mejor.

―Estoy esperando una llamada. Mis hombres todavía siguen buscando al padre de Ingrid y quedaron en que hoy me llamarían para comentar los avances en el tema.

―Este es uno de los factores que no puedes controlar, así que deberías tener paciencia y no obsesionarte. ¿Hacemos una carrera hasta el cenador? ―Señaló el final del camino.

Sonreí y me puse en posición.

―¿Preparado para perder? ―pregunté convencido de mis posibilidades―. Debes reconocer que hemos traspasado el punto en el que el alumno supera al maestro.

―Yo no diría tanto...

Antes de que pudiéramos empezar la carrera mi teléfono empezó a sonar. Lo descolgué con rapidez.

―Dime.

―Hemos estado indagando sobre el paradero de Cristóbal, pero no hemos encontrado nada aún.

Suspiré sonoramente.

―Dije que sobornarais, engañarais o hicierais cualquier cosa para encontrarle.

―Sí, señor, y estamos en ello. Hemos descubierto otro dato de interés respecto a Ingrid.

―Te escucho.

―Hasta ahora no hemos prestado mucho interés a este detalle, no era relevante hasta este momento y...

―¡Habla de una vez, me estoy impacientando!

―Se trata de la madre de Ingrid.

―Murió siendo ella una niña ―le interrumpí.

―Exacto, pero lo interesante es quién era. Al parecer la madre de Ingrid era la sobrina de Dante Cabane.

―¿Cabane?

―Sí, de Apulia.

―No lo entiendo...

―Verá, Mariola, la madre de Ingrid, tenía catorce años cuando conoció a Cristóbal, trece años mayor que ella. Se cree que la engañó y la convenció para que se fugara con él. La idea de Cristóbal era obtener dinero a cambio de dejar a la chica, pues en aquella época la familia Cabane tenía mucha influencia en el país. La cuestión es que su tío no quiso someterse al chantaje y Mariola y Cristóbal fueron desterrados, se consideraron personas non gratas y fueron repudiados por su propia familia. El resto de la historia ya lo sabe, tuvieron a Ingrid y la madre murió poco después.

IngridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora