Había llegado el gran día. A partir de ese momento poníamos fin a los preparativos y podríamos empezar a relajarnos un poco. Las últimas semanas habían sido un auténtico caos en casa, ni siquiera había tenido tiempo de hablar con mis padres y hermanos, pues todos estaban muy ocupados dando lo máximo de sí mismos para que todo fuera perfecto.
El buen tiempo había asomado esa soleada mañana de finales de mayo. Todo estaba a punto y preparado; pese a no haber más invitados que los más allegados, seguía siendo un momento importante en la vida de una pareja, así que no por eso prestamos menos atención a los detalles: el cuidado de la casa, los trajes o la comida.
Solo tenía miedo de una cosa; algo que traté de ocultar con todas mis fuerzas, pero que estaba ahí, bajo la superficie, buscando cualquier pretexto para salir a la luz y fastidiarlo todo: tenía miedo de mí mismo. De no dar la talla. De salir huyendo. De no poder hacer frente a lo que todos esperaban de mí ese día. Parecerá una tontería, pero hasta que no me vi completamente vestido y arreglado para la ocasión, no fui realmente consciente de la magnitud de la situación. Pero no podía echarme atrás; Nicoletta no se lo merecía, ni tampoco las personas a las que había dado mi palabra a cambio de su ayuda.
Me puse colonia e intenté por todos los medios no pensar en nada, ni siquiera en... ―veté su nombre en mi mente―, un día como hoy no podía estar distraído, no podía pensar en ella, no podía hacerme más daño... así que saqué fuerzas de donde no tenía para salir de la habitación y encontrarme con el cálido recibimiento de mis hermanos.
―¡Marcello! ―Antonello me abrazó con fuerza, pese a ser el más fuerte de los cuatro, ese día sus ojos estaban igual de vidriosos que los del resto―. Te deseo mucha suerte, hermano.
―Gracias.
Mis sobrinos corrieron a abrazarme.
―¡Qué guapo vas, tío! ―Sonreí y los levanté en el aire para besar sus sonrojadas mejillas.
―Os quiero muchísimo.
Mi hermana y Flavio también vinieron a abrazarme; como ya era habitual, ella no podía dejar de llorar y yo intentaba por todos los medios no mirarla demasiado para no contagiarme. Pese a no estar de acuerdo con la unión, desearon que pudiera encontrar la felicidad y me dedicaron infinitas muestras de cariño.
Todo estaba en aparente calma, todo a excepción de un detalle. Miré más allá de mi hermana y Flavio y encontré a un Claudio abatido, hablando entre susurros en el extremo más alejado de la habitación. Ni siquiera Gabi podía aplacar sus nervios, y mientras trataba de prestar atención a las palabras de Antonello y Paola, mi mirada estaba fija en esa escena inusual.
...
―¡No puedes decirme esto justo ahora! ¡¿Te das cuenta que es el día de su boda?! ¡¿Ahora qué se supone que tengo que hacer yo?! No puedo acercarme a Marcello y contarle algo así. ¡Joder, ¿cómo ha podido pasar?! Creía que no le quitabais ojo.
―Claudio, cálmate ―insistió Gabi―. Tu hermano nos está mirando.
Colgué y me refugié como pude detrás de una columna para evitar que Marcello se percatara de algo.
―¿Qué ha pasado?
Me rasqué la cabeza con nerviosismo.
―Tengo que decírselo, él debe saberlo o no me lo perdonará.
―¿El qué? ―demandó Gabi impaciente.
―Se trata de Ingrid.
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Ingrid
RomansaEl hijo de un prestigioso capo italiano ha perdido a la mujer de su vida de la noche a la mañana. Pese a las evidencias que indican una marcha voluntaria, él nunca deja de indagar, y en su búsqueda destapa oscuros secretos de la mujer que ama. *** I...