Capítulo 1

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Dimitriv no pudo evitar parpadear ante lo que estaba viendo en este barrio totalmente ordinario y francamente aburrido. Había venido a una reunión con otros vampiros, que utilizaban la tapadera de este barrio suburbano para aparecer como personas que trabajaban constantemente en un turno de noche.

Esto les permitía mezclarse aparentemente con la población muggle de la zona, pero también vivir sin miedo a ser perseguidos por los magos, que en los últimos años habían olvidado todo lo relacionado con las viejas costumbres y la forma en que ellos y sus primos criaturas estaban vinculados de una manera perdida para siempre.

Suspirando, no pudo evitar echar un vistazo al bulto dejado en el umbral de la puerta, y cuando se movió, no se lo pensó dos veces para recogerlo. Su corazón, que no latía, se congeló al darse cuenta de que habían dejado a un niño aquí, en esta puerta, a principios del invierno, en una fría y helada mañana de noviembre.

Sacudiendo la cabeza, no podía creer que alguien le hiciera esto a un bebé, más aún cuando podía sentir la magia, una magia potente, que salía del niño. Además, la casa en la que estaba el niño ni siquiera olía a ella, apestaba a muggles antes que a cualquier otra cosa.

Al escuchar el crujido de algo, encontró una carta metida entre los pliegues de la manta que envolvía al bebé, reconociendo la letra y mirándola con desprecio.

No era tan sorprendente que el Viejo Loco se viera envuelto en esto, desde que corrió el rumor de que había sido testigo de una profecía la mayoría de la comunidad de criaturas se preparaba para esconderse.

El viejo no ocultaba lo que pensaba de la comunidad de criaturas, y le encantaría que fuera erradicada, aunque hacerlo le costara su magia (no es que lo supiera, el hereje).

Al final, la curiosidad le ganó, haciéndole abrir la carta, y despreciar aún más, el saber que había condenado a muerte a una familia inocente, todo para que su supuesta profecía se cumpliera. No había habido un verdadero vidente desde hacía mucho tiempo, al menos no en las líneas conocidas por ellos, ya que tenían demasiada sangre humana para manifestar los dones que les habían dado sus antepasados.

Pero este bebé, que tenía en sus manos, estaba profetizado como el Salvador del Mundo.

Se burló, a menos que la Madre Magia apareciera frente a él en ese mismo momento, no creía ni por un segundo que la supuesta profecía que Dumbledore había escuchado fuera real.De cualquier manera, lo más probable es que fuera una estratagema para acabar con el apoyo que el Señor Tenebroso había estado reuniendo.

Pensar en el joven mago, pues aún era joven comparado con Dimitriv, le dolía: había sido tan prometedor, aceptando la bendición que la Madre Magia le había otorgado. Sólo para que se la quitara un Viejo Loco delirante.

Volviendo a mirar al bebé, no pudo evitar ver el parecido que éste tenía con el niño Potter, así que Dumbledore tenía al matrimonio Potter actuando como cebo, matando a ambos y ahora dejaba a su hijo solo con los muggles.

Sacudiendo la cabeza, no podía creer que el anciano estuviera tan cegado por las mentiras que creía como para arriesgarse a que un niño mágico fuera asesinado en un hogar muggle, como venía ocurriendo desde la época de los fundadores.

Era una de las razones por las que se había fundado la escuela en primer lugar, para dar a los que tenían padres muggles, o tutores, un lugar donde quedarse, lejos de sus abusos, y de la posibilidad de que perdieran a otro de sus hijos por la estrechez de miras de los muggles.

Esto parecía ser algo que el anciano era incapaz de comprender. Que al permitir que los niños se quedaran con los muggles, era condenar a parte de una generación, ya que algunos de ellos nunca volverían. Asegurarse de que tuvieran una familia a la que volver, que fuera mágica, debía ser prioritario. Pero como el cuerpo gobernante no estaba al día con las reglas existentes desde el inicio de la civilización mágica, no había nada que pudieran hacer al respecto.

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