Capítulo 11

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Amelia Bones estaba sentada en su escritorio en el ministerio, revisando un informe más que algún auror había puesto sobre su mesa. En estos días, la mayoría de las llamadas que recibían eran por mal uso de la magia, es decir, por usar la magia delante de los muggles, pero aparte de eso todo estaba tranquilo.

La mayoría de sus hombres se estaban poniendo al día con el papeleo, ya que por fin tenían tiempo para ello, ya que antes estaban ocupados atendiendo llamadas. Desde la guerra no tenían suficiente personal, ya que algunos de sus mejores hombres habían muerto, habían sido arrestados o se habían retirado.

Y sin la guerra llamando a su puerta, nadie sentía la necesidad de asistir a la academia de aurores, tenían tal vez 5 nuevos reclutas en los últimos 10 años, con cerca de la mitad de ellos o bien ir a un departamento diferente o ser arrebatado por los inefables.

Suspiró, lo haría todo por algo emocionante, o al menos por algo que no le exigiera leer informes aburridos. Realmente, haría cualquier cosa por que alguien entrara en su puerta y le dijera que tenía algo que compartir con ella.

Cuando sus pensamientos surgieron en su mente, un hombre que ella reconoció como parte de Parston y Wilson, un bufete de abogados muy conocido en el Callejón Diagon. Que Tedrick Parston entrara en su puerta significaba que algo serio estaba pasando.

-Señora Bones, ¿me permite un momento de su tiempo?-.

Ella asintió, moviendo los informes en su escritorio para que hubiera espacio para él y su maletín, sentándose en la silla al otro lado de su escritorio.

-Gracias, señora Bones, estoy aquí hoy para representar a un cliente de Gringotts, los duendes me han pedido que le traiga esto, y que su cliente permanezca en el anonimato, por razones obvias-.

Amelia asintió con la cabeza, antes de mirar al abogado que tenía delante, -¿qué es lo que te han pedido que me comuniques?-.

Tedrick se aclaró la garganta, -que Sirius Black fue enviado a Azkaban hace diez años, sin un juicio, ni representación legal, y sin siquiera una opinión-.

Amelia casi se atragantó con eso, no podía creerlo. Nunca había creído que Sirius hubiera hecho lo que se decía que había hecho, pero pensar que lo habían metido en Azkaban sin un juicio era despreciable.

Suspiró: -Odio preguntar esto, pero ¿tienes pruebas?-.

Tedrick asintió, sacando una carpeta de su maletín, que contenía todos los guiones judiciales de ese periodo de tiempo; pero ni una sola vez había uno para Sirius. Para colmo, había un formulario de llegada de Azkaban que aceptaba a Sirius Black en la prisión, y en qué celda lo habían puesto.

-Añade a eso que tengo noticias de los duendes de que los testamentos de los difuntos Lord y Lady Potter llamaban a su guardián secreto por su nombre, y no era Sirius Black. Para colmo, sus cartas me dictan que no fue un crimen de Lord Voldemort-.

Amelia parpadeó, -pero... el mundo se enteró de que Lord Voldemort fue a su casa y los mató, cayendo contra Harry Potter. Lo que lo convirtió en el Niño que Vivió-.

Tedrick negó con la cabeza: -No, si todo eso del Señor Oscuro es una mentira. Sí hay un Señor Oscuro, uno elegido por la propia Dama Magia, y no un megalomaníaco que se declaró como tal. Lord Voldemort tiene todo el derecho a llamarse a sí mismo Señor, incluso encontré una prueba, escondida en lo más profundo de los archivos del ministerio, que contiene una lista que se actualiza mágicamente, y que menciona a todas y cada una de las personas elegidas como Señor de la Magia-.

Le entrega la lista, y efectivamente, ella ve a Lord Voldemort al final de la misma, con el nombre de Tom Riddle al lado. Sin embargo, al mirar más de cerca un nombre parece faltar en ella.

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