Capítulo 5

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Cuando cumplió 11 años, y sería reconocido como heredero de lo que fuera, además de la Posada, Dimitriv lo llevó a Gringotts, ambos hablando con los Goblins en su idioma nativo, lo que ya los ponía varios pasos por delante de los magos y brujas que visitaban el mismo banco.

Al fin y al cabo, parecían pensar que lo único que se les daba a los Goblins era administrar dinero y hacer la guerra, pero Dimitriv, como posadero, sabía la compleja e interesante cultura que se escondía detrás de los rostros burlones y las actitudes rudas.

Era cierto que los goblins eran una raza guerrera, pero lo eran del mismo modo que los centauros eran una raza premonitoria, era la forma en que crecían y se desarrollaban como raza, no definía lo que eran.

Negando con la cabeza ante las miradas que recibía de los magos y brujas que se encontraban en el banco a estas horas, seguramente reconociéndolo como un vampiro, y como tal pensando que se volvería y los dejaría secos en el primer momento posible.

Se acercó a un cajero y le preguntó si era posible hablar con su gestor de cuentas.

El duende, al reconocerlo como el posadero, se mostró más que feliz de ayudarle, ya que les hablaba en su propio idioma, y era respetuoso. Además, los goblins sentían un gran respeto por el posadero y por el hecho de que abriera su casa a todo aquel que lo necesitara.

Enseguida lo condujeron a una oficina más allá de los grandes edificios que eran Gringotts, Harry lo siguió, mirando con asombro a los cajeros que contaban el oro a una velocidad asombrosa. Cuando uno se mofó de él, se limitó a sonreír alegremente y a desearles un buen día (aunque lo hiciera con una voz ligeramente acentuada).

Silverclaw, el encargado de las cuentas de Dimitriv, los recibió con té y galletas, sentándolos en los grandes sillones frente a su escritorio, escuchando muy atentamente mientras Dimitriv relataba la historia sobre la búsqueda de Harry, y la interferencia de la Muerte en todo ello.

Esto hizo que el varón mirara a Harry, con una sonrisa afilada en su rostro, -un joven fascinante, entonces-.

Harry se limitó a asentir con la cabeza, -Así es, maestro duende, después de todo heredaré la posada algún día-.

Esto le hizo parpadear, antes de mirar a Dimitriv, -¿has encontrado finalmente un Heredero entonces?-.

El vampiro asintió, -efectivamente, lo hice, incluso con la bendición de Lord Muerte-.

Al decir esto, Harry inclinó la cabeza, mostrando más claramente la marca de nacimiento, el símbolo de Lord Muerte, que aparecía en su frente. Con el paso de los años se había aclarado hasta convertirse en una coloración casi tenebrosa, por lo que sólo era visible si le daba la luz. Pero era lo suficientemente obvio como para que la gente lo reconociera por lo que era.

Silverclaw jadeó, -un verdadero nigromante, su clase no se ha visto desde los hermanos Peverell-.

Dimitriv asintió, -un verdadero elegido de Lord Muerte camina entre nosotros una vez más, lo que me hizo comprender que sería el heredero perfecto-.

-En efecto, no creo que haya uno mejor. ¿Por eso has venido? ¿Para registrarlo como tu heredero?-.

Dimitriv tarareó, -entre otras cosas, también me gustaría hacerle un análisis de sangre, para ver qué otros herederos, o señoríos tiene a su nombre. Para saber para qué prepararlo, ya que por supuesto no se incorporará al sistema de enseñanza de Hogwarts hacia atrás-.

Silverclaw tarareó, -por supuesto, no hay necesidad de exponerlo a sus enseñanzas retardadas, y a sus opiniones sesgadas-.

Ambos seres adultos tuvieron que compartir una risa sobre eso, ambos habían vivido en una época en la que Hogwarts había estado abierto a todo tipo de criaturas, en lugar de sólo a Brujas y Magos. Desde los últimos años, todos se habían alegrado de olvidar que Salazar Slytherin era un Naga, Helga Hufflepuff era una nimf, Rowena Ravenclaw era descendiente de un dragón, cuyo tesoro era el conocimiento, y Godric Gryffindor era el vástago de una bruja y una esfinge -que sólo había conservado las apariencias más leonadas de su padre-.

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