capitulo 1

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Hacienda las Dianas era un lugar precioso situado a las afueras de un pueblo, el dueño era Victoriano Santos, quien también era dueño de una de las fábricas de lácteos más importantes de México y padre de tres preciosas jóvenes; Diana, Cassandra y constanza. Estás tres jóvenes habían estado toda su vida al cuidado de su Nana Ines quien llegó poco antes de que Constanza, la menor, naciera.

Las dianas era una hacienda que guardada entre sus paredes muchas historias, entre ellas una de amor que nadie conocía...

—Ines! Ines! Dónde estás? Ines!

De pronto ante aquellos gritos, nerviosa, apareció una mujer de cabellos color azabache y unos maravillosos ojos claros, venía secandose las manos con un trapo y apresurando su pasó lo más que podía

—Aqui estoy patrón, que pasa...
—Necesito hablar contigo rápido- dijo Victoriano

Aparentemente había tenido un mal día y buscaba a Inés para desquitarse con ella o simplemente para contarle la pena que ahora trajera encima, la mujer se dirigió a el despacho, el lugar que servía para que victoriano se desahogara con ella

—Pero que pasa Victoriano, porque vienes gritando así

—Dime porque saliste tan de mañana y dime quién era el hombre con el que te encontraste

Los ojos de Victoriano parecían a punto de hechar chispas, de no ser por las gruesas paredes de aquel despacho seguro sus gritos se escucharían por toda la casa

—Victoriano quien te crees tú que eres para celarme así? Yo puedo hacer de mi vida lo que me venga en gana así como tú lo hiciste con la tuya

—No quieras cambiarme las cosas Ines...

—Yo digo la verdad, no soy un objeto de tu propiedad Victoriano entiéndelo de una buena vez

—Eres mi mujer!

—Tu mujer está allá arriba esperándote! No lo olvides. Y el hombre con el que me vi es el nuevo cura de la iglesia así que deja de pensar tonterías

Ines salió del despacho dejando a Victoriano hecho una furia, en el fondo el sabía que era cierto, había hecho de su vida lo que quiso y su peor error fue casarse con esa mujer

—Por que? Porque si ya era libre para poder estar cerca de ti Ines no me dejaste hacerlo, me orillaste a casarme con Deborah aún estando enamorado de ti...

El dolor que en ese momento se apoderó de victoriano hizo a un lado todo el enojo que sentía al principio en contra de Inés, se sirvió un trago y se quedó ahí sentado, pensando en todo lo bonito que había vivido con esa mujer y que ahora solo era un recuerdo.

Ines hacia lo mismo, pensaba en lo vivido con victoriano y como era posible que a pesar de todo aún lo siguiera amando.

Sin duda esa noche los recuerdos azotaron a los dos y hasta pareció ser más larga,  Victoriano no dejaba de pensar en Ines a pesar de estar durmiendo al lado de la que ahora era su mujer e Ines sintió que de pronto su cama era más grande y fría de lo común, los dos se necesitaban.

A la mañana siguiente el patriarca de la familia llegaba a sentarse al comedor, como todos los días, acompañado de una mujer pelirroja, alta y además de muy buen cuerpo, Deborah falcón su nueva esposa

—Oye vidita, no crees que ya es hora de decirle a tus hijas que van a tener un hermanito- dijo poniendo su mano sobre el vientre que estaba plano aún.

—Ya hablamos de esto Deborah, necesito prepararlas para la noticia, tu sabes que seguramente no se la van a tomar de la mejor manera

—Pues no veo el porque les molestaría si nosotros somos marido y mujer, además ellas ya están grandecitas como para ponerse celosas

—Ya llegara el momento, Deborah, por Dios!

—Parece que ni siquiera estás entusiasmado con la llegada de este bebé, que yo presiento será niño- dijo la pelirroja fingiendo una mueca de tristeza

—Pero que dices mujer, claro que estoy contento con la llegada de mi machito...

En eso estaba Victoriano cuando vio a la mayor de sus amazonas bajar, rápidamente dejo de hablar y le dió los buenos días, Diana saludo a su papá ignorando por completo a la mujer que estaba con el, esto a la pelirroja no le hizo mucha gracia

—Donde están tus hermanas Diana? Aún no se han levantado

—miralas papá, ahí vienen las dos, buenos días dormilonas!

—Buenos días Didi, Buenos días papi!- gritó Constanza con toda esa alegría que la caracteriza, ella, al igual que su hermana mayor, ignoro por completo a la esposa de su padre

—Buenos días Deborah- dijo Cassandra como tratando de disculparse por sus hermanas, ella era la única que toleraba a Deborah porque su nobleza no la dejaba ver el tipo de mujer que era

En ese momento y con una charola de comida entro Ines, el desayuno estaba listo y ella como todos los días se disponía a servirlo

—Ay Nani! Pero que cosa tan deliciosa nos preparaste hoy!- dijo Constanza

—Chilaquiles mi vida, porque yo sé que a ti te gustan mucho

—no nada más a ella, eh nana

—Yo se que tambien a ti Diana, no te pongas celosa jajaja

Las tres hermanas junto a su nana rieron, cosa que puso de peor humor a Deborah, aborrecía a Inés y más un, aborrecía el echo de que se llevará tan bien con Victoriano y con sus hijas

—Don Victoriano le traigo el periódico de hoy?

—Si Ines por favor, y también tráigame por favor un...

Se disponía a terminar de hablar cuando la pelirroja interrumpió

—Ines, sabes perfectamente que yo no como este tipo de cosas así que traeme algo más, ahorita- dijo en tono altanero

—A ver Deborah quien te crees que eres para exigir cosas de esa manera, ten educación y pídelo por favor

Las tres hermanas veían con furia a la esposa de su padre, por ninguna circunstancia permitirían que nadie le hablara de esa forma a la que consideraban su madre, a su Nana

—No, no Diana no te preocupes- respondio Ines tratando de calmar las cosas porque conocía el carácter explosivo de ambas mujeres- ahorita le traigo su desayuno señora

—No nana, así no se piden las cosas- Dijo la menor de las Santos

Cassandra y Victoriano miraban aquella escena en silencio, ciertamente los dos estaban cansados de este tipo de discusiones entre Deborah y las muchachas

—Nana, no te molestes en traerle nada a esta mujer, si lo necesita que valla ella misma por el– dijo Diana subiendo el tono de su voz

—Mira Diana, quiero que te quede algo muy claro, soy la esposa de tu padre ahora, te guste o no, y tengo el mismo derecho que cualquiera de ustedes de ordenarle a los criados me escuchaste?

—Que sea la última vez que le llamas criada a mi nana Deborah porque si no...

—Por que si no que? Diana, que piensas hacerme? Golpearme? Dudo que tu padre permita que le pongas una mano encima a la madre de su hijo!

𝐒𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞 𝐚 𝐦𝐢 (Concluida) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora