Capitulo 40

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Ines se vistió, Victoriano tenía razón, no podía ahogarse en la tristeza porque lo más importante era encontrar a sus hijos

—¿Estás segura que no quieres recostarte mi vida?

—No Víctoriano, quiero estar al pendiente de cualquier cosa que digan de nuestros hijos

—Bueno si así lo quieres bajemos entonces

Ines bajo a la sala con los ojos aún hinchados y tomada del brazo de Víctoriano

—¿Cómo te sientes ama?- pregunto Emiliano al verla bajar

—Mejor hijo, mucho mejor que hace unos momentos

—¿Han recibido alguna otra llamada?

—No nani, ninguna más, solo la que mi papá recibió en la tarde

—Bueno pues entonces hay que esperar y estar al pendiente

—Si claro, eso hubieras pensado antes de largarte como una loca y hacer que te fueran a buscar

—¡Basta Déborah! un insulto más para Ines y me veré en la necesidad de pedirte que te vayas.

Ines ignoro por completo lo que dijo la mujer y se dirigió a con Diana que estaba sentada en un sillón al lado de Alejandro

—¿Cómo te sientes Nana?- pregunto Diana al verla sentarse a su lado

—Tengo algo de escalofríos pero todo bien- Ines tomo la mano de Alejandro- gracias hijo por ir a buscarme, no pensaba bien con todos los nervios que sentía en ese momento, fue una tontería de mi parte

—No te preocupes mamá, yo entiendo cómo te sentías en ese momento, lo importante es que estás bien

—Si... mi vida deberías ir a descansar, en tu estado debemos cuidarte más que nunca- dijo poniendo una mano sobre la barriga de Diana

—No Nana, deberás quiero estar aquí...

—No Diana, por favor, mira si pasa algo yo misma iré a avisarte ¿De acuerdo?

—Esta bien, solo porque tú me lo pides...

Diana se levantó y junto a Alejandro se retiró de la sala para ir a dormir, Ines veía muy detenidamente a Deborah, la mujer no dejaba el teléfono para nada y eso le parecía bastante raro

Los minutos pasaban y se fueron convirtiendo en horas, Deborah por petición de Víctoriano ya se había retirado a su departamento.

ya estaba apunto de amanecer en hacienda las Dianas y todo seguia igual, Victoriano se había metido en el despacho junto a Inés, la mujer estaba recostada en uno de los sillones mientras que el se estaba quedando dormido sobre el escritorio 

Asi fueron recibidos los primeros rayos del sol y la tensión crecía conforme avanzaba la mañana que enseguida dió paso a las primeras horas de la tarde.

En el lugar donde tenían a los niños las cosas iban de mal en peor pues obviamente ambos pequeños resentian la falta de su madre, Víctoria pasaba la mayor parte del día llorando y no estaba acostumbrada a la mamila por lo que comía muy poco, pero todo iba peor con el Ángel, el niño se negaba a comer ya pues parecía que la fórmula que le habían dado horas antes no le había sentado bien

—Don Loreto, el niño sigue sin aceptar el biberón

—¿Y la otra?

—La niña si, pero pos muy poquito

—Al chamaco así déjalo, ya comera cuánto tenga hambre y ahora tráeme el teléfono que ya es hora de pedirle el rescate a Víctoriano santos

Hacienda las Dianas

𝐒𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞 𝐚 𝐦𝐢 (Concluida) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora