⸙ 𝐏𝐑𝐎́𝐋𝐎𝐆𝐎

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Ella se encerró en su habitacion y puso su cancion favorita. Se dejó caer sobre el colchón, volviendo más fuerte ese dolor en su pecho. Mientras cantaba, lágrimas calientes caían por sus mejillas. Abrazó su almohada, y en silencio, gritaba una y otra vez su nombre sobre ella.

Ella lloró, imaginando que él estaba allí cada noche. Imaginó que su mano recorría su cintura al dormir. La almohada simuló ser su pecho cada maldito momento que se recostaba sobre las sábanas.

Cuando el reloj marcaba las tres de la madrugada, ella sentía sus ojos tan pesados que no los pudo abrir. El recuerdo de su ruidosa mente no se podía borrar. El ardiente toque de su delgada piel era imposible de olvidar, su mirada aún le seguía penetrando el alma. Y, ahora, se encuentraba de pie, en medio de una oscuridad tan grande, dándose cuenta que jamás podrás ser borrado de su ser. Él jamás se iría de su mente... y eso dolía porque ellos ya no podían luchar por lo suyo.

La joven que alguna vez se llamó Chiara, leyó todas las historias que pudo, imaginando que él las protagonizaba junto a ella. Se ahogó en cada página blanca que le describía lo que ella nunca podría tener.

Le sonreía al espejo, observando como su fantasma rodeaba su cintura y dejaba un beso en su cuello. Sonrió cuando comenzó a imaginarse que él estaba con ella cada rato del día, como si sus promesas valieran de algo.

Pasó tiempo imaginando su perfume, jugando con su propia mente hasta sentirlo como si estuviera allí. Cerró los ojos, sintiendo como su mano cosquilleaba... como si él la tomara entre las suyas.

Pero el dolor nunca cesó. El tiempo avanzaba, pero ella permanecía en el mismo lugar. Se preguntó una y otra vez, ¿por qué él? ¿Por qué sentía tanto por alguien que solo fue parte de algun sueño en su cabeza?

Juro comenzar a olvidar su rostro cuando ya no lo veía en sus sueños. La melodía de su voz iba desapareciendo de su cabeza hasta que olvidó cómo sonaba su nombre en ella. Sus pensamientos eran esclavos de los recuerdos. Su mirada continuaba penetrando su alma, aunque ya no podía observar esos ojos grises como las mismas nubes. Ella solo esperaba recordar el rostro del joven que alguna vez amo en sus propios sueños.

Con el tiempo, buscó fotos donde pudiera ver su rostro tal cual era. Buscó día y noche la manera de volver a ver las facciones que estaban perdiéndose entre sus recuerdos. Soñaba despierta con lo poco que representaban de él durante mucho tiempo, sonriendo y lagrimeando cada vez que algo le hacía recordar que alguna vez fue parte de ella.

Colgó un anillo en su cuello, conteniendo la nueva tanda de lágrimas que abandonaban sus ojos color café. Colgó ese anillo negro de pequeño destello blanco, ya ni siquiera recordaba por qué se le hacía familiar.

Se ahogó a sí misma cuando su propia cabeza comenzó a darse cuenta de que alucinaba y el dolor volvía a destruir su pecho. Se consumió cuando pasó noches sin dormir y días durmiendo. Se consumió cuando le costaba sonreír frente a los demás, como si nada hubiera sucedido.

Murió por dentro cada puto día que tenía que levantarse y seguir adelante. Murió cuando sentía que no encajaba en el mundo y se veía a sí misma como un alma perdida.

Ella escribió cartas. Escribió cuanto lo amaba y deseaba estar allí con él. Escribía durante horas cada uno de sus sentimientos, formulando historias donde tenían una vida juntos. Guardó cada papel que le dedicaría cuando ya no supo qué hacer. Ahí fue cuando se preguntó a sí misma si la muerte sería una opción o si realmente estaba muriendo.

Se angustió preguntándo si es que había perdido la cabeza por completo. Comenzó a negarse a verlo cada vez que su imaginación le daba una mala jugada. Con el tiempo, tragó cada puto agujero y herida que se formó en su pecho. Aguantó lo que pudo, aunque fuera solo el mínimo esfuerzo.

Se rindió muchas veces mientras lloraba contra su alfombra y rogaba alguna vez sentirse amada como se imaginó que lo era con él. Dar bocados no era opción cuando la comida le generaba arcadas y la luz era insoportable ante sus ojos. Se encerró en su cuarto todo el tiempo que pudo.

Asumió que no era real. Se rompió a sí misma, intentando autoconvencerse de que él nunca llegaría a su puerta para decirle que estaría allí para el esto de su vida. Ella grabó su "siempre" en su cabeza. Se grabó aquellas charlas de la madrugada y noches de cigarros en su pecho como si fuera la única droga que la mantuviera cuerda.

Ella plasmaba lo que sentía mediante la escritura... pero lo hacía de una forma diferente. Las hojas de sus libros no eran lisas, sus versos y letras eran abstractas. Su bolígrafo era afilado y, al pasarlo por el papel dejaba una tinta roja muy peculiar.

Escribir es la manera en que se destruía a sí misma. Dejó que sus espinas plasmen la oscuridad en cada palabra escrita, pero cuando leía, algo en ella ardía el doble al saber todo lo que sientió, a todo lo que se negó. Pero continuó haciéndolo, siguió escribiendo mientras se destruía poquito a poquito... y al hacerlo, moría sabiendo que fue la manera mas hermosa de destruirse por completo.

Pasó sus días escribiendo su historia, se dedicó a reparar sus heridas con tinta y papel. Se sentó durante horas frente a su escritorio, reconstruyendo a pedazos cada parte de su imaginación.

Y así nació la verdadera "Slytherin", enamorada de sus Anillos, siendo la hija de las Pociones.

Créditos: @lostmonmo @user76636757 @bloom0850 por algunas de las frases utilizadas.

"The Little Dorks" 𝓐𝓷𝓲𝓵𝓵𝓸𝓼 𝔂 𝓟𝓸𝓬𝓲𝓸𝓷𝓮𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora