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Capítulo trece: Gryffindor

Capítulo trece: Gryffindor

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Draco Malfoy

La rabia y la impotencia se arrastraron entre mis venas. En mi torrente sanguíneo.

Ver cómo Arabella había llegado hasta aquí, sin mover un dedo, me sumergió en un mar de sentimientos indescriptibles. El hecho de que ella hubiera sido incapaz de absorber lo que había creado Thomas, me desató. Explotó en mi interior, con el deseo de asesinarla aquí mismo, sin importar las consecuencias.

Sin importar lo mucho que joderia nuestros futuros, nuestras vidas.

—¡Accio! —Lanzó Parkinson, haciendo que la última llave llegara a sus dedos.

—Larguense, ya —murmuré, con los músculos tensos.

—No creo que eso sea posible —canturreó Arabella, haciendo que la puerta detrás nuestro se cerrara por completo. A la fuerza.

Hermione y Pansy intentaron abrirla, pero no lo lograron. Tampoco era posible realizar apariciones aquí, en esta sección del castillo. Todo estaba encantado.

—Sectumsempra —susurró Riader, tan repleto de odio como yo.

Nada sucedió.

—Sí..., bueno. —Se encogió de hombros—. Los hechizos no funcionan conmigo.

Sonrió con la maldad de un felino antes de que su forma cambiara a la de Alex. Thomas asintió, varias veces, presionando sus labios. Todo el resentimiento subiendo por las venas marcadas en su cuello. Lanzó su varita al suelo y desenfundó la daga en su túnica mientras descendíamos las escaleras para enfrentarla. Hice exactamente lo mismo, quitándome la túnica para arremangar mi camisa. Si tenía que luchar, lucharía. Una y mil veces.

—Esto no acabará bien si no dejas ese frasco en su lugar, Lestrange.

—Vaya, vaya. Malfoy, primo mío,¿cómo osarías dañarme? —Fingió estar dolida, con demasiado dramatismo. Un protagonismo innecesario.

—Deja las infantilidades, Arabella.

—Ay, por el Señor, Malfoy —sonó fastidiosa, raspando su garganta—. Jamás me creí esa necesidad tuya de ser una marioneta de mi padre. Nunca funcionó conmigo.

—¿Y en qué momento me ha interesado a mí tu filosofía?

—Si te entrego..., mueres —rio, cambiando su forma a la de Chiara. Incluso su voz se transformó a esa falta de comprensión de sus poderes. El defecto que no pulía; sonaba como si miles de voces hablaran a la vez, distorsionadas—. Ya no podrás tenerme, Cariño mío. —Presionó sus labios como una niña pequeña y luego volvió a reír y bufar. Thomas la observó con asco, al igual que Pansy—. Esta sangre tuya, que tanto necesitas, viene conmigo.

—Das puto asco, maldita monstruosidad —escupió Parkinson, ahora a mi lado.

Lucharía con nosotros, dejando que Hermione almacenara la llave con su vida. La pelinegra se quitó la túnica y sostuvo la varita como si se tratara de una estaca. Respiró una sola vez, conteniendo el aire para concentrar su necesidad de sobrevivir. De ganar. De poder destrozarla en pedazos y llevarnos la sangre. Llevarnos casi el último objeto que abriría un portal en una nueva era. Una lucha que todo el pueblo, incluso el mundo, sin saberlo, estaba esperando.

"The Little Dorks" 𝓐𝓷𝓲𝓵𝓵𝓸𝓼 𝔂 𝓟𝓸𝓬𝓲𝓸𝓷𝓮𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora