DONDE SE DEBE ARDER.

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Si la tuvieras de frente te puedo apostar que tus ojos ni por un segundo se van a apartar de esa mujer, nada te va a resultar interesante... sus cabellos  como flama combinados con el sensual carmín de sus labios van a hacer ignición en tu mente y en tu alma,  dejando al aire libre hasta el más discreto pensamiento, y te van a arrebatar desde adentro un exquisito suspiro.

Pero no me creas si quieres cuando te digo que esa venus no está al alcance de cualquier dulce frase... esa mujer es fuego, es brasas y calor en un solo cuerpo. Tiene en toda su figura la firma perfecta de un dulce manjar, en su boca tiene vino y en su andar una seductora invitación de ser sin pensarlo, un esclavo perpetuo de tan bellamente peligrosa seducción.

La mirada te la clava, se imprime en tu mente como quien pinta sobre un lienzo y ahí se exhibe sin pedir permiso, pues quién se negaría a admirarla... la mirada te la clava y con una sonrisa sabes que te envolvió, y no te miento cuando digo que de ese encanto no vas a querer librarte pues es un placer meramente elíseo.

¡Qué piel muchacho, qué piel!
Ahí es, en esa piel de azúcar morena donde quisieras quemarte y abrazar en manto de eros al paraíso mismo y rodar sobre sus montes, si sabes a lo que me refiero... pero deja a un lado la piel cuando dentro de ella se alberga un sinfin de suaves estadíos por donde puedo apostarte que quien lo merezca, encontrará la libertad de su vida y su dulce cama para descansar.

¡Qué mujer muchacho, qué mujer!

OBITUARIOS, DIARIOS Y NUPCIASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora