Hoy te volví a descubrir por la madrugada. Tomando café, y con el cuarto lleno de humo y nimiedades que lo llenan todo aquí, donde la soledad se sienta conmigo a charlar en la cama.
Apareces en la pantalla del celular; de nuevo con esa sonrisa en el rostro, y los ojos desapareciendo en tus párpados entrecerrados. Te repito en mi mente una y otra vez, y lo que era antes silencio, se rompe con un suspiro mío; y toda la inmensidad del universo se queda corta. Ni las estrellas de afuera, ni todo lo que fuera, hasta ese momento algo "interesante", me llega a importar. Pues hoy te descubrí de nuevo.
Mírate... sobreviviendo a las heridas. Cosechas tus cicatrices como medallas. Sonríes y sonríes, como si aquello que te consumió alguna vez, hoy fuera nada. Tomas al mundo entre tus manos, y lo formas a tu gusto. Tomaste las nubes del cielo ardiente, y las acomodaste en tu cabello negro para hacerte una con el fuego de noviembre.
Volví a buscar tu recuerdo, ayudado por tus fotos. Tus ojos azabache se vuelven satélites en mi órbita lunar. De cuerdo paso a ser loco tan solo por vos. Con esa sonrisa que eclipsa tus ojos entrecerrando tus párpados. Tu boca forma una peligrosa curva que desenfrena mi instinto. Tu blanca piel, y el desliz de mis diez dedos exigiéndome palpar sin dejar espacios en blanco, sería como palpar la nieve, acariciando al sol sin quemarse los dedos.
Al mismo tiempo que te escribo, te levantas con mi mañana. Perdona si no puedo escribir más; es que las palabras se han mantenido haciendo berrinche en el patio. Solo las que te obedecen se sentaron a verte, prestándole atención a lo siguiente que harás, mi querida Mérida.
ESTÁS LEYENDO
OBITUARIOS, DIARIOS Y NUPCIAS
RomanceDel cómo se aprende a poetizar el dolor del romance...