Creo que había sido a Fredo o a Esteban a quien había elegido para estar en el bar aquella noche. Las nueve y algo daban en mi reloj, y yo había salido con una buena excusa de mi horario del trabajo.
—Ya tuve suficiente con lo de hoy; los pulmones me duelen y la tos no cesa. Creo que iré a dormir.— Le dije a mi jefe.
Trabajaba doce horas contínuas en un restaurante de comida rápida. Recuerdo bien que salía siempre de aquel lugar con olor a mantequilla y a carne cruda. La mayoría de veces, me iba a emborrachar con ese maldito olor. No tenía otra opción, pues era el único trabajo con el que contaba; sin embargo, la mayoría de mis amigos ya se habían acostumbrado, y pasaban eso por alto.
Cuando yo llegaba al bar, atendía a mi necesidad de ponerle atención a todo y a todos cuando entraba. Siempre quería dar la impresión de tenerlo todo bajo control por mi cuenta. Un par de cervezas, y luego irme entresobrio, me resultaban como un plan continuamente bueno. Hacía ya tiempo que había decidido ya no beber hasta la locura, y cada que alguien me ofrecía quedarme a beber hasta el exagero, yo respondía que lo había dejado desde hace mucho atrás.
—¡Venga Don! sírvete un poco más de cerveza ¿es que hoy no quieres?— me decían siempre que me miraban— es raro que hoy no bebas. Casi siempre estás bebiendo hasta caerte.
Yo solo recibía sus comentarios como una penosa realidad. Había bebido completamente hasta la inconsciencia un año atrás. Linda se había ido, y yo me situaba como animal nocturno dentro del bar casi siempre. En aquel entonces, yo no tenía trabajo, y me bebía lo que había ahorrado para comprarme una moto. Los apoyos de la municipalidad, se habían quedado en mi cuenta; habría ido a Panamá a presentarme de haberlo decidido bien, pero en su lugar, me quedé con el dinero.
Esa noche, tenía una ligera sensación de querer tener un viernes ya no como los demás. Fredo, recordando bien, había sido a quien llamé para juntarnos a beber. Santos (de quien ya he hablado) estaba en el karaoke de aquella noche. Siempre estaba allí, cantando, y por lo regular, yo cantaba con él y no me perdía ni una sola noche cuando él estaba.
Llegué al bar a eso de las diez menos algo, y me pedí dos litros de cerveza. Fredo invitó a unos amigos en común para beber, y nos sentamos a esperar que una banda local tocara. Yo recuerdo haberme bebido mis dos litros de cerveza hasta ese rato, cuando en la rendija de la mirada, noté que Linda había entrado en el bar.
Santos me lanzó una mirada desde su lugar en el escenario. Ambos la conocíamos bien, pues en nuestro tiempo, él formaba parte de nuestras noches cuando solíamos salir a beber. Yo asentí con la cabeza. Tomé mi vaso y le dije a Fredo que me acompañara hacia el área de fumadores. Estaba claro que quería pasar por un lado de Linda y de su amiga, y así lo hice.
Me temblaban las piernas, y el desgraciado hoyo en el vientre me hacían una mala pasada, pero tenía aue probarme a mí mismo que ya había superado aquello.
Santos subió de inmediato a donde yo estaba; nunca antes lo había visto correr con tanta prisa por contarme algo.
—¿Ya viste?— nos dijimos los dos al mismo tiempo, y comenzamos a reírnos. Santos sabía lo mucho que ocurría cuando Linda llegaba al bar, y era por eso mismo que se emocionaba cuando se trataba de dar la noticia.
Fredo y yo bajamos de nuevo. Linda y su amiga se habían ido a otro lugar. De cualquier modo, yo sabía que iban a volver. A su amiga le gustaba formar planes con ella, y Linda nunca decía que no.
Pasadas las once y algo, salí a la puerta del bar a fumarme un cigarro. Linda estaba justo afuera platicando con su amiga Marie y uno de mis amigos en común llamado Bon.
A Fredo le habían encajado un golpe en la cara, y sangraba del pómulo derecho. Pedí algo de hielo, y al salir traté de pasar desapercibida a Linda. No creo haberlo logrado, pero la noche siguió.
André y Bon, les dieron un lugar ag cada una luego de que entré. Marie se sentó cin Bon, y Linda compartió toda la noche con André. Fredo y yo seguíamos embriagándonos desde una mesa que ofrecía vista hacia todo el bar. Yo observaba a Linda riéndose y disfrutando de su noche con sus amigos. Recordar todas las noches que bebimos en aquel bar, y de regreso salir a follar, era un golpe directo a mi hígado luego de la cerveza. Para cuando dejé de recordar, Fredo se había largado.
Levanté la mirada, Linda continuaba llevándose a la garganta la cerveza. Yo seguía bebiendo de aquel vaso de Whisky con Seven Up.
Uno de mis tíos había regresado de un viaje de unas semanas; tanto era el caos que tenía dentro, que ni siquiera me había enterado de que había regresado. Le pregunté si podía sentarme con él, justo detrás de la mesa donde estaba Linda, a lo cual respondió que sí.
Estaba borracho ya, y mis intenciones eran poder platicar con Linda, o al menos hacer que su mirada se situara en mi estúpida figura. La banda seguía tocando, y yo quería una excusa, o una buena manera para acercarme a ella. No lo logré.
Quería una puta excusa para que ella me viera, o al menos que tuviera algo para hablar de mí aquella noche. Moví la mano a propósito, y le tiré la cerveza a mi tío sobre el pantalón y rompí el vaso.
—¡Borracho imbécil!— me gritó— me das vergüenza. Vete ya a la mierda pendejo inservible. Mira lo que hiciste.
Uno de los meseros me retiró del bar. Por el lado de arriba caminé haciéndome del borracho. Yo quería regresar a despedirme de Linda, pero era inútil. Ella estaba ocupada cayéndole bien a todo el mundo, haciendo de cuenta que yo no existía. Nos resultó bien el juego a los dos, o en su defecto, la estrategia para no avergonzarnos funcionaba.
Regresé a casa, destapé la cerveza que guardaba como recuerdo de cumpleaños y me la bebí al ambiente. Subí a fumarme un cigarro en la terraza, y la levanté.
Situé mi memoria en cómo iba vestida esa noche. Linda no había cambiado mucho, mas que solo el tono de su cabello. Aún así, seguía causándome un terrible caos por dentro cuando la veía.
—Algún maldito día estaremos en la misma mesa— dije — ésta vez, espero que también veamos tipos imbéciles llamando nuestra atención.
Mi jornada acabó a las tres de la mañana. Yo me quedé dormido de ebrio encogido en las gradas. Espero tener suerte la próxima vez.
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OBITUARIOS, DIARIOS Y NUPCIAS
RomanceDel cómo se aprende a poetizar el dolor del romance...