Ni siquiera pude pestañear, me sentí atraído de inmediato hacia ella y creció un interés profundo en conocerla.
Estaba en el balcón de aquel lugar viendo a la serie de extraños que estábamos deambulando por ahí. Era el quinto día de clases y yo la vi desde la primera planta mientras platicaba con sus amigas. Tez morena, cabello fino y claro, usaba lentes y hacían ver a sus ojos como un señuelo para su dominio... por mi mente estallaron un par de pensamientos y mi mirada se clavó en su sonrisa, tenía unos lindos labios.
Me empeñé en saber más de ella y me di a la tarea de buscar el momento adecuado para hablarle sin que pareciera un hijo de puta acosador. Pasaron algunos días hasta que al fin tuve la oportunidad y no fue precisamente como esperé. Ella vino a mí en la cafetería de aquel sitio, se acercó y cruzamos un par de palabras, en realidad me porté como un gilipollas porque ninguna palabra cuerda salió de mi boca en ese momento, era inevitable verla sin sentir que el vientre se me comprimía o pausar un rato la respiración y privarme de su exquisito perfume.
Frecuentamos y logré tener una relación con ella, era una niña bastante tierna y un poco tímida, me enamoré de una niña, de un pequeño botón de rosa... de una mujer de invierno.
Ahora la veo un tanto crecida y abierta a sí misma, debo admitirlo... aún no me he soltado de la idea que tengo de ella, aunque delirio pensando cómo sería oler sus pétalos mientras acaricio sus espinas.
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OBITUARIOS, DIARIOS Y NUPCIAS
RomanceDel cómo se aprende a poetizar el dolor del romance...