'ESTADÍAS SIN PERTENENCIA'

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'ESTADÍAS SIN PERTENENCIA'

-Relato de una noche de poesía.

Miércoles, jueves, viernes... día festivo, o un día y hora más ¡Qué importa! solo ten en cuenta que fue de noche.

Había salido, y me imagino que tuve alguna buena razón aquella vez para hacerlo. Entré en aquel lugar, solo, y con ganas de mezclarme entre la gente que frecuenta ese sitio, pero es extraño. De costumbre, siempre que voy a aquel sitio resulto en una mesa luego de varias horas bebiendo. Algunas veces, me detengo a fijarme en que ya estoy ebrio, o si no lo estoy, decido retirarme.

No tengo detallados los recuerdos de aquella noche, pero hasta donde me da la memoria, recuerdo haberla visto llegando a lo lejos con un par de amigos. Te la puedo describir como una chica no tan común; es delgada, metro y algo de estatura (no más pequeña que yo por unos cuántos centímetros), abdomen plano, piernas entregruesas y un par de nalgas bien formadas. A mi gusto, sus senos y su figura marcan algo que es indiferente, pues cuando hablo con ella, no dejo de ver sus ojos clavándose en mí. Yo le resulto interesante, y hasta hoy no entiendo por qué.

Esa noche, luego de varias veces encontrándonos y haciendo de cuenta que en veces anteriores nos hemos besado y cortejado, nos saludamos y me senté con ella. Comía y bebía, en aquella oportunidad, llevó hacia mi boca un trozo de pizza. La sujetaba con delicadeza y con amor. Me trataba con tanto tacto, que para mi enajenación, aquellos detalles me hicieron sentir querido.

Sus amigos se fueron, recuerdo, y no sé bien a dónde. Entonces la acompañé hacia su casa, un tanto retirado de donde estábamos. En el camino hablamos de varias cosas, nos reímos y pasamos la madrugada por las calles vacías.

Yo la besaba, y sentía que en cada beso, aunque sea ebrios, nos dábamos a entender que existía deseo en ambos... y no, no voy a mentirte, ella besa con tanta pasión, que yo no dejaba de quererla tener aún más cerca. Mis manos se aventuraban entre su cuerpo, y apretaba yo sus nalgas frías cuando metía mis manos en su pantalón.

Recuerdo que me tomó de la mano, y me besó en la entrada de su callejón. Me miró por unos segundos, y sus ojos estaban entrecerrados por la perdida lujuria.

–¿Quieres hacerlo– me preguntó.

–¿Hacer qué?– le respondí.

–Hacerlo... quitarnos las ganas, o qué ¿No te gusta la adrenalina? – me preguntó.

Yo la observé y sabía que tenía que tomar una decisión; si bien cabe decirlo, las mujeres son un poco más seguras en lo que quieren, pues pueden amarte en un momento, seducirte, o si lo desean, pueden matarte, todo eso sin titubear.

La polla la tenía dura, el corazón me latía rápido y de verdad quería hacerlo. Una vez fue en mi cama, pero todo no sucedió como quería, así que, siendo la oportunidad me dejé llevar, y entonces cedí. Ella me tomó de la mano, y yo la seguí hasta aquel rincón. Ella tuvo el control de todo, y yo, dejándome llevar me di a ello.

Cuando terminé, la besé de nuevo estando de espaldas, y no sé muy bien si lo que pasó fue real, pero lo volvería a hacer. Me besaba y gemía, yo la tomaba por la cadera y cerraba los ojos... pero ¡Al diablo con follar y haberlo hecho en un callejón!, esa noche amé, me sentí amado, me reí, caminé con alguien que compartía conmigo aquel momento; más allá de que todo al final fue bueno, debiste verme. Esa chica sabe cómo repararme, y por eso no quiero arruinarlo. Me ama a su manera, y ni siquiera puedo atreverme a llamarlo amor, pero déjame decirte una cosa: No siempre te ama quien no te puede tener mas que solo por una noche, y eso en ella, vale más que cien noches escuchando un 'Te amo para toda la vida' de alguien que duerme a tu lado y amanece contigo.

-Don Augusto.
Obituarios, Diarios y Nupcias.

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