El reloj no se detiene por nadie.

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Llamé 3 veces a la puerta del 45, eran como las 7 y algo de la noche y afuera estaba lloviendo. Parecía que el clima no era propicio en ese momento y yo sentía que igual me estaba lloviendo por dentro. Insistí pero nadie atendía, pensé que no había nadie y decidí esperar sentado en uno de los bancos de la ventana del pasillo.

Limpié el vidrio empañado para poder tener mejor vista de lo que pasaba afuera. Había gente esperando a que la lluvia bajara un poco, otros paraban taxis para irse secos a donde coño fueran, vi uno que otro gilipollas caminando fuerte bajo las gotas de lluvia... cada uno según su rol en la calle o en la vida.

El reloj de la pared seguía su curso, dieron las 8:30 y seguía sentado en el puñetero banco, el culo me dolía bastante así que me levanté a la pequeña biblioteca de la esquina por un libro. Tomé un número del Reader's Digest de año 95. Me senté de nuevo en aquel banco y me puse a leer una columna de un tal Richard Boose, era un Psiquiatra gringo, hablaba sobre los efectos en el cuerpo y la mente del uso excesivo del tabaco, el alcohol y tanta mierda que puedan imaginarse. Terminé de leer su columna y me prendí un Marlboro rojo, nadie iba a decirme lo que me causaba en el cuerpo el fumar, así como yo no iba a escribir una columna de lo tonto que es escribir sobre envenenarse y plasmarlo en una revista que nadie iba a leer.

No sé cuantas cosas me pasé leyendo en esa revista cuando vi que eran las 10:20 de la noche. Había estado tres horas esperando a que alguien abriera la puerta o que a quien estaba esperando llegara, me paré y volví a tocar. Nadie respondía o se asomaba a ver quién era, así que me fuí de ahí. Quizá para la mañana ya estaría alguien dentro.

Tenía mucho por decir, tenía muchas cosas dentro. Tenía reproches, tenía miedos, dudas, martirios, objeciones... tenía de todo y sólo quería decir algo como PERDÓN o NO VOLVERÁ A PASAR  ya saben, ese tipo de cosas que se dicen o sienten fuera de tiempo. Llegué a casa, puse la bolsa del súper en la mesa, tomé el teléfono para llamar a María... contestó la puta operadora las 25 veces que llamé. Me volví loco, sudé demasiado, maldije y golpeé la pared. Creo que hasta me abrí los nudillos. Me eché a llorar y me dormí.

El teléfono sonó a eso de las 9:40, me paré de golpe a contestar

-¿Aló?

-¿Augusto?
Dijo el sujeto de la llamada

-¿Sí, quién habla?

-Te habla Julio de la mensajería, tengo un sobre para vos y no sé por dónde dejártelo.

Pensé por un momento que se trataba del recibo del maldito teléfono

-Déjalo en el buzón, saldré a dar una vuelta, lo leeré después

Le dije al muchacho.

Tomé un trago, me puse la chaqueta y salí de casa para arreglar el asunto de la noche anterior. Estaba nublado, era temporada de invierno y de nuevo el maldito clima no me ayudaba en lo absoluto a calmarme. El viejo Martín estaba en la acera de siempre pidiendo limosna (era un indigente), me saqué de la bolsa 3 monedas y se las entregué

-Parece que te vas cagando ¿por qué tanta prisa?
Me dijo mientras sonreía enseñandome los últimos 3 dientes de su boca.

-Tengo un ligero asunto por arreglar y no quiero llegar tarde a mi cita- contesté

-¿Cita de qué tenés?

-Tengo una cita con el destino, ya sea con él o con a desgracia. Cualquiera de las dos me dan miedo

Me despedí del anciano que se quedó con la mano extendida y seguí caminando.

Llegué al edificio y volví a subir al 45, las piernas me temblaban y el corazón estaba por reventar. Me sujeté las pelotas y toqué de nuevo.

La puerta se abrió y salió una de las putas de la zona, se despidió de un sujeto extraño que salió abrochándose el cinturón...

-Perdone caballero ¿se encuentra Alicia?
Le pregunté al orate nuevo...

-¿Cuál Alicia?
Me respondió extrañado

-Alicia Méndez, vive aquí ¿quién coño es usted?
Le pregunté alterado

-¡Ah! ¿La morena alta?

-Sí ¿dónde está?

-Oh... bueno, se fue de aquí hace tres días, yo estoy rentando ahora este cuarto ¿no lo sabía?

...hubo un ligero silencio en el pasillo, la ventana estaba abierta y el frío entraba libre. Lloré por un momento

-¿Está bien?
Me preguntó el sujeto

-Sí, sí estoy bien, muchas gracias amigo... que tengas un feliz día- le dije al gilipollas mientras me encaminé a la salida.

Empezó de nuevo a llover, más temprano de lo que había llovido el día anterior. Me chupaba un huevo la lluvia y caminé como esos tipos fuertes bajo los chorros de agua. Llegué a casa y abrí el buzón donde estaba el sobre que me había llegado, entré y me senté en la cama... el sobre tenía mi nombre y me quedé quieto al ver la letra. Lo abrí y dentro había una carta o una nota de despedida

Ni vos tendrías que entenderlo, ni yo tendría que explicartelo; sin embargo creo justo para mí al menos hacer esto menos pesado para mí y poderme ir sin ningún tipo de remordimiento.

Me cansé de esperar a que todo se arreglara entre los dos, me cansé de esperar a que vos mejoraras o mínimo hicieras un esfuerzo por mejorar. Hace tanto que le das vueltas a muchas cosas que nos pasen, te quejas de todo y estás tambaleando entre una cosa y otra, ya no siento que de verdad mi lugar sea con vos.

Desde hace dos semanas estuve pensando y tomé la decisión de irme lejos, lamento mucho cómo te estás poniendo ahora mismo, de seguro estás como loco dando vueltas en el cuarto o aventándolo todo... ya no eres lo que conocí y siento que nunca vas a salir de ahí. He estado hablando y viéndome con alguien más y tanto como tú tienes derecho de conocer a alguien que te complemente, yo igual quiero estar con alguien que no me haga sentir insegura. Lo lamento, no intentes llamarme porque jamás tendrás respuesta, ni me busques porque justo ahora estoy lejos... te amo, pero no puedo seguir esperando algo de ti, ya no

Dios te bendiga. Cuídate mucho.

El estómago se me comprimió y los pulmones ennegrecidos no me hacían sentir bien... era tarde para llorar o hacer algo. Ella había tomado la decisión más sana y correcta del caso. No podía reprocharle nada, ella sólo quería ser feliz y hasta ese momento era lo único que debía exigirle. Esperé mucho o me senté demasiado tiempo a arreglarlo, estaba solo en ese momento.   El reloj no se detiene por nadie, menos por aquellos que esperan tomar una decisión acertada que jamás va a llegar.

Alicia se casó dos años después con el sujeto que conoció, tuvieron 3 hermosos hijos y desde entonces ya no supe nada de ella

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