Aquel uno, el de los cachos, me preguntó si estaba seguro de quererlo hacer, ¿de verdad lo querés hacer? me dijo, y yo le respondí que sí. Entonces salimos y caminamos para la casa, yo iba llorando y hablando de toda esa mierda que uno dice cuando algo se acaba, él solo asentía con la cabeza y soltaba caladas de humo intentando hacer aros en el aire.
Hablamos de todo un poco, o siento que solo yo iba hablando... él seguía caminando a la par mía escuchando todo, contándole mis mierdas.
-¿Es lo correcto? -le pregunté
-Importa una mierda si es lo correcto o no, solo sucede. - me respondió un poco bravo - Mirá, después de un tiempo solo lo miras a los ojos y... y ya, vos solo seguís caminando, arrastras los pies y seguís, actuas como si fuera algo tan natural.
Entonces me quedé callado un rato y seguí caminando... pensando en todo, porque eso hace uno cuando se fija en que se quedó solo.
-¿Qué tanto vas a chingar ahora? -le pregunté un poco apenado.
-¡Ahhhh!, no tengo por qué darte explicaciones - me respondió, solo que un poco más fuerte - suficientes respuestas tenés para darte, a mí solo me pidieron favor de venirte a cobrar la deuda aquella, total, conciente estás de que un día de estos no te va a quedar ya nadie y me vas a buscar como remedio para que te ayude a hacer lo que todos quieren, 'escapar de sí mismos'.
Me pidió un cigarro y se fue, se fue y no dijo nada; me quedé en la puerta pensando bastante en lo que dijo, y ni modo, ¿qué más me queda? ya no hay vuelta de hoja, ya no hay peros ni excusas. Ahora me toca irme a dormir un rato, antes de que otra vez, luego de no sé cuántos meses volvamos a salir a platicar y aguantarle la casaca, solo para no chupar solo.
-Don Augusto.
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OBITUARIOS, DIARIOS Y NUPCIAS
RomanceDel cómo se aprende a poetizar el dolor del romance...