5

58 7 1
                                    

Paulina apartó de un manotazo la mano de Hoseok.

—¿Y ya está? ¿Crees que con un «lo siento» se arregla todo?

El chico resopló y se pasó la mano por la cara. Sus ojos de color avellana la contemplaban inyectados en sangre; demasiada cerveza. Abrió la boca para decir algo, pero la cerró y sacudió la cabeza, irritado.

—¿Y qué quieres que haga, cariño? Te he pedido perdón un millón de veces. No sé qué más quieres de mí.

—¡Que contestes a la maldita pregunta con sinceridad! —le espetó ella con una mirada asesina—. ¿Por qué, Hoseok? Solo dime por qué.

Hoseok suspiró y sacudió la cabeza otra vez. Levantó los ojos hacia ella y se encogió de hombros.

—Ella no significó nada. Ni siquiera recuerdo cómo acabamos en mi coche. Estaba tan borracho que no me enteré de nada. Pasó, y yo me siento fatal desde entonces, no soporto haberte perdido.

Paulina bajó la mirada y agarró con fuerza su bolso, cada vez más convencida de que no había sido buena idea hablar con él. Seguían en la misma espiral de

acusaciones y excusas, y no tenía pinta de que fueran a terminar.

Se estremeció cuando Hoseok le acarició la mejilla y después los labios, pero esta vez no fue por la anticipación; ahora su contacto le resultaba desagradable. No sabía si era por la rabia que sentía o porque la magia se había roto y ya no notaba esas mariposas en el estómago cuando lo tenía cerca. Ahora solo deseaba que se alejara y le dejara espacio.

—Vuelve conmigo —musitó él, deslizando los dedos por su brazo.

—No puedo. —Suspiró cansada—. ¿Y qué pasa con ella? ¿No te preocupa si para Hwa sí significó algo?

—¿Y qué importa? —Su voz era profunda y suave, pero muy fría, como si aquella conversación lo aburriera.

—A mí me importa.

—Pues no debería —alzó la voz. Dejó caer los brazos—. Ella no me interesa. Ni siquiera me gustó. Tú y yo habíamos discutido por el tema de acostarnos. Me fui

hasta ese bar y bebí demasiado...

—Y como no pudiste hacerlo conmigo, lo hiciste con ella... ¡con Hwa! —Se cruzó de brazos y apartó la mirada.

Hoseok se acercó y le acarició el hombro. Ella se deshizo de su contacto.

—Pau, por favor, olvidemos todo este asunto, podemos hacerlo. Yo te quiero.

—Pues vaya forma de demostrármelo —murmuró ella.

—Si me das otra oportunidad, te juro que no te arrepentirás. Seré el novio que te mereces, mucho más. ¡Vamos, cariño, piensa en el futuro! En septiembre irás a

Columbia, estaremos juntos y será perfecto —susurró, sujetándole las caderas—. Tú y yo estamos hechos para estar juntos. Tus padres me adoran y los míos te adoran a ti. Ya soñaban con vernos casados cuando solo éramos unos niños. No podemos hacerles esto.

Paulina experimentó una extraña sensación.

—¿Casados? —preguntó alucinada. Era la primera vez que oía esa palabra en labios de Hoseok. De repente, sintió vértigo.

—Claro que sí. ¿A dónde crees que lleva lo nuestro? Eres la novia perfecta y algún día serás la esposa perfecta. Mi mujercita, solo mía.

Ella lo miró sin dar crédito a lo que estaba oyendo. La actitud de Hoseok era tan cínica que resultaba ofensiva. Se comportaba como si no hubiera hecho nada reprochable.

Limits- KNJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora