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Y si se ha venido abajo? ¿Y si nos ha delatado? ¡Esto es un suicidio! —¡Kina! —gritó Paulina, a punto de sufrir una crisis nerviosa. Pisó el freno a fondo, no se había dado cuenta de que el semáforo se había puesto en rojo—.¿Quieres dejarlo ya? Creía que la histérica era yo.

—Joder, es que nosotras no somos del FBI ni de la CIA. Esto no se nos da bien, nos van a pillar. Estamos en manos de una loca. ¿Quién puede confiar en una persona que está como una cabra?

Paulina puso los ojos en blanco. El deseo de colocarle un bozal a Kina se convirtió en su único pensamiento. Se paró frente a la enorme verja de hierro que poseía la mansión de los Jung. Sacó el brazo a través de la ventanilla y llamó a un interfono. Sonrió a la cámara. Segundos después la puerta se abrió.

—Yo confío en ella. Sé que lo hará bien. Tú preocúpate de tu parte, ¿okey? Hay que convencer a su madre de que nos deje sacar a Jiwoo de casa. ¿Y quién tiene un don para convencer a la gente de que haga lo que no quiere?

—¿Tú? —repuso Kina, dibujando una sonrisa inocente. Paulina entornó los ojos con una mirada asesina—. A mí me has convencido para que me convierta en un corderito al que van a degollar.

—¡Así no ayudas! —masculló Paulina, frustrada.

—Bueeenooo —se disculpó Kina, hundiéndose en el asiento. Su ánimo estaba tan oscuro como las nubes de tormenta que habían cubierto el cielo. De repente se enderezó y pegó la nariz a la ventanilla. El BMW de Hoseok estaba aparcado frente al garaje de su casa—. ¡Mierda, ha vuelto!

Paulina se encogió de hombros para disimular el estremecimiento que le bajaba por la espalda.—Mira el lado positivo, aún sigue vivo y Namjoon a salvo —le hizo notar con una sonrisita nerviosa, mientras detenía su coche detrás del BMW. Sacó la llave del contacto y suspiró—. Vamos allá.

Se bajaron del vehículo y se dirigieron a la entrada de la mansión. Se sonrieron para darse ánimo, pero sus labios solo esbozaron una línea tensa y apretada. La puerta se abrió justo cuando iban a llamar y Hoseok apareció frente a ellas. La expresión de su cara mostró confusión. Para nada esperaba encontrarlas allí. 

—¡Menuda sorpresa! —exclamó. Una sonrisa taimada se extendió por su cara sin apartar los ojos de Paulina—. ¿A qué debo el placer? 

Paulina se esforzó por devolverle la sonrisa. Se mordió el labio y se preparó para representar el papel de su vida. 

—Venimos a ver a tu madre y a tu hermana.

—¿A mi hermana para qué? —inquirió Hoseok, esta vez bastante más serio. Sus ojos se entornaron.

—Hemos pensado organizar una fiesta de despedida en el Club, para los graduados, incluida Jiwoo. Dentro de tres semanas todos nos iremos y... Bueno, algunos no nos veremos hasta Navidad o el próximo verano. Estaría bien despedirnos con un baile o algo así —dijo con tono vacilante. Estaba segura de que se iba a dar cuenta de que estaba mintiendo.

Hoseok la contempló durante dos largos segundos. Poco a poco la sonrisa regresó a su cara.

—Sigues estando adorable cuando tartamudeas —susurró, inclinándose sobre ella—. Dudo que Jiwoo quiera ir. No se encuentra muy bien últimamente. Pero a mí sí que pueden invitarme. Me encantaría asistir a la fiesta. 

Paulina sintió náuseas. Por supuesto que Jiwoo no se encontraba bien, su hermano el psicópata la tenía atemorizada. 

—Claro, date por invitado, ¿verdad, Kina?

Kina asintió con una sonrisa de oreja a oreja. Hoseok se la devolvió, pero no era sincera.

—¡Estupendo! Supongo que querrán hablar con mi madre para...

—Para que nos ayude a prepararlo todo. Se le dan muy bien estas cosas —se apresuró a aclarar Paulina.

—Estará encantada de pasar algo de tiempo contigo. Te echa de menos —comentó él—. Todos en casa te echamos de menos.

Paulina se puso colorada y trató de sonreírle. Se le doblaban las rodillas. Asintió sin saber qué responder. Hoseok se inclinó hacia delante con una reverencia. —Señoritas, tengo que marcharme. Suerte con los preparativos de su fiesta. 

Pasó entre ellas y se dirigió hacia el garaje. De repente se dio la vuelta.

—Pau, cariño.

El tiempo se detuvo. Paulina se giró sin apenas respirar y con los ojos muy abiertos. Las había pillado.

—¿Te importaría mover tu coche? No puedo salir —pidió Hoseok.

—¡Claro! —exclamó enseguida, soltando de golpe todo el aire que estaba conteniendo.

Corrió hasta su Dodge pero, cuando iba a abrir la puerta, una mano en su brazo la detuvo. Tragó saliva y alzó la cabeza para encontrarse con los ojos de Hoseok a pocos centímetros de los suyos.

—Dicen que has roto con Namjoon.

Ella asintió con la cabeza. Notó que se le sonrojaban las mejillas.

—Sí, el mismo día que sufrió el accidente su madre decidió llevárselo a Santa Fe. La única familia que tienen está allí.

—¿Y pudiste hablar con él? ¿Te dijo algo? —tanteó Hoseok con cautela.

—No, la verdad es que me plantó con un simple mensaje. Al final todos teníais razón sobre él. Me equivoqué —admitió en voz baja.

—Bueno, todos nos equivocamos a veces, ¿no crees? No eres la única. —Le guiñó un ojo y le tomó un mechón de pelo. Lo acarició y dejó que resbalara entre sus dedos—. Yo me equivoqué, tú te equivocaste. Ambos dijimos cosas de las que seguro nos arrepentimos. Va siendo hora de perdonarnos por nuestros errores. No me gusta que estemos enfadados.

—A mí tampoco.

Hoseok se acercó un poco más y deslizó las puntas de los dedos por sus brazos.

—Teníamos algo especial. Me gustaría recuperarlo.

—A mí también —respondió ella. Las palabras le sabían a bilis y tuvo que recordarse por qué estaba haciendo aquello. Hoseok sonrió encantado y bastante sorprendido.

—Podríamos empezar con una cena, para hablar y ponernos al día. No sé, ¿te parece bien esta noche?

—Sí, esta noche sería perfecto.

Lentamente, Hoseok se inclinó sin apartar sus ojos de los de ella. Paulina tuvo que obligarse a permanecer quieta. El corazón le saltaba en el pecho, aterrado. Cuando su boca rozó sus labios, tragó saliva para no vomitar. Dejó que la besara. Por suerte, fue un beso de lo más casto y se apartó enseguida. Hoseok sonrió con suficiencia. —Pasaré a recogerte sobre las ocho. Seguro que tus padres se alegran de verme.

—Estoy segura de eso.

Hoseok se llevó la mano al bolsillo y sacó su teléfono móvil, que no dejaba de vibrar. Le echó un vistazo y se puso serio mientras sus mejillas enrojecían. Un brillo furioso cruzó por sus ojos.

Jungkook:

Problemas. 

Tenemos que hablar. 

Nos vemos donde siempre.

—¿Todo bien? —preguntó ella.

Hoseok la miró. Se inclinó y depositó otro beso en sus labios.

—De maravilla.

Paulina se quedó inmóvil mientras Hoseok subía a su deportivo y salía marcha atrás. Cuando estuvo segura de que la verja se había cerrado y que él no volvería, corrió a la casa con el corazón en un puño. Esa maldita cena no iba a tener lugar, aunque esperaba que por el motivo correcto.

Limits- KNJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora