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Durante las dos horas que duró el viaje hasta Beaufort, ninguno de los dos dijo nada. Yoongi estaba convencido de que Namjoon iba a emperrarse mucho con él cuando le viera aparecer con Paulina. Sabía que las razones de su amigo para alejarse de ella del modo que lo había hecho eran completamente válidas, pero la chica se merecía algo más que un mensaje. Sin embargo, era algo más complicado lo que animaba a Yoongi a ir en contra de los deseos de Namjoon. Su instinto no paraba de lanzarle avisos de peligro respecto a su amigo, y Paulina era la única con poder suficiente sobre él como para desbaratar cualquier locura que se le estuviera pasando por la cabeza.

Llegaron a Beaufort a mediodía.

—¿Y por qué aquí? —preguntó ella mientras contemplaba el mar que bordeaba la costa salpicada de pequeños muelles.

Yoongi se encogió de hombros.

—Los abuelos de Jimin eran de aquí. Él heredó la casa al morir su madre. Al principio pensamos esconderlo en el barco y navegar mar adentro, pero Namjoon apenas podía respirar sin ver las estrellas. Así que este nos pareció el mejor sitio. ¿Quién pensaría en buscarlo aquí?

Ella giró la cabeza de golpe.

—¿No podía respirar? ¿Hay algo que deba saber? ¿Está... está bien?

—Todo lo bien que puede estar alguien después de que le den una paliza salvaje. Hace días que no le veo, pero Jimin dice que se recupera rápido —respondió Yoongi en voz baja.

Aminoró la velocidad y acabó por detenerse frente a una casa de paredes blancas y tejado gris, rodeada por una valla de madera también blanca. Apagó el motor y sacó la llave del contacto. Clavó los ojos en la casa y un tic contrajo su mandíbula. Miró a Paulina y le dedicó una sonrisa tensa. 

—¿Lista?

Paulina asintió y bajó de la camioneta con los nervios estrujándole el estómago. No sabía qué iba a decirle a Namjoon cuando lo tuviera delante. Estaba dolida y asustada por los últimos acontecimientos y, a pesar de todo, seguía sin entender por qué la había dejado. O quizá sí y esa idea la aterraba aún más.

La puerta se abrió de golpe y Jimin apareció vistiendo tan solo unos pantalones cortos.

—Dime que has traído más analgési... —Las palabras se atascaron en su boca. Sus ojos se abrieron como platos e inmediatamente se entornaron al clavarlos en Yoongi —. Menudo día has elegido para las visitas. Está de un humor de perros.

—Hola, Jimin —dijo Paulina yendo a su encuentro. 

—Hola, preciosa.

Abrió los brazos y la estrechó con un ligero vaivén. 

—¿Dónde está? —preguntó Yoongi.

—Entra y compruébalo tú mismo. Yo los espero aquí.

Yoongi tomó aire y entró en la casa con Paulina pisándole los talones. Cruzó el salón y se dirigió a la cocina. La puerta estaba abierta y el sonido de una respiración apurada llegó hasta ellos. Namjoon, vestido tan solo con unas bermudas marrones, se balanceaba de espaldas a ellos colgando de una de las vigas del porche. Con las piernas cruzadas a la altura de los tobillos, subía y bajaba haciendo flexiones con los brazos. Cada uno de sus músculos se tensaba bajo su piel cubierta por una película de sudor. Las partes visibles de su cuerpo parecían un mapa de cardenales que iban desde un tono verdoso azulado hasta el amarillo. Tenía dos cortes, uno en el costado y otro al final de la espalda, que ya estaban cicatrizando.

Paulina se llevó las manos a la boca para ahogar un gemido. No quería imaginar el aspecto que habría tenido la noche del accidente si ahora estaba así. Contuvo el deseo de correr y abrazarlo, recordándose que él no se iba a alegrar de verla.

Limits- KNJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora