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El sol iluminó poco a poco la habitación de Paulina. Llevaba horas sentada sobre la cama, abrazada a sus rodillas sin moverse. Ni siquiera había intentado dormir. Las voces de sus padres aún resonaban en su cabeza. No le habían dado la oportunidad de hablar ni de explicarse; no les interesaba su versión de la historia.

Hoseok había logrado su objetivo. Con su sonrisa embaucadora y su expresión afectada, los había convencido de que Paulina solo estaba pasando por una época rebelde y que Namjoon se había aprovechado de esa circunstancia. Que si se mantenían firmes y unidos, la pobre oveja descarriada volvería al redil. ¡Qué ingenuos! Todos sus esfuerzos los habían dedicado a enumerar los motivos por los que no volvería a ver a Namjoon.

Dejó escapar un sollozo y se limpió con las manos las lágrimas que le resbalaban por la cara. No podía seguir lamentándose. Tenía que pensar y tomar decisiones. La primera sería poner distancia con sus padres. Hasta ahora, si ellos le hubieran pedido que se tirara por un puente, lo habría hecho por complacerlos. Pero eso se había terminado.

Se levantó con las piernas adormecidas y se dirigió al armario. Buscó una pequeña maleta en el altillo y la abrió sobre la cama. Sin pararse a pensar, comenzó a sacar ropa de los cajones y la fue guardando en ella. Sonaron unos golpecitos en la puerta y el pomo giró. Paulina le echó un vistazo al pestillo para asegurarse de que estaba echado.

—Pau, por favor, déjame entrar —pidió su padre al otro lado de la puerta. Paulina continuó doblando la ropa y lo ignoró por completo. La puerta se sacudió con algo más de fuerza—. Paulina, déjame entrar o echaré la puerta abajo. Tenemos que hablar.

«Como si no hubieras hablado ya bastante», pensó ella. La noche anterior sus padres habían convertido la conversación en un monólogo en el que ella había sido un mero espectador sin voz ni voto. Se acercó a la puerta y corrió el pestillo. Volvió al cajón y sacó otro par de camisetas. La puerta se abrió muy despacio y su padre entró.

—Pau, cariño. Debemos hablar... ¿Qué estás haciendo? ¿Qué haces con esa maleta?

—Me voy con Kina unos días —respondió con frialdad.

—¿Qué? No... no puedes hacer eso.

—Sí que puedo. Tengo dieciocho años, puedo hacer lo que quiera y no necesito tu permiso.

Kang Halbrook cruzó la habitación y le quitó la ropa de las manos. Cerró la maleta de un manotazo y cogió a su hija por los brazos, obligándola a mirarle.

—¿Todo esto es por Kim Namjoon? Creí que anoche ya quedó claro ese tema y que no hay nada más que hablar a ese respecto.

Ella negó repetidas veces con la cabeza.

—¿Hablar? —le espetó en voz alta—. No me dejaste decir nada. Te dedicaste a darme órdenes, a amenazarme y a decirme lo mala hija que soy por querer a Namjoon.

—Y si me hubieras escuchado sabrías que tengo razón. No puedes ver a un chico como ese, Pau. No te conviene. Anoche indagué un poco y... sus antecedentes con apenas quince años ya eran dignos de un adulto. Ha estado en un centro durante dos años por agredir a su padre.

Paulina se puso rígida como una piedra.

—¿Te has molestado en leer las declaraciones? Quizá te hayas perdido la parte en la que dicen que su padre era un hombre violento que le pegaba y abusaba de él. Quizá no tuvo más remedio y no le quedó más opción que defenderse. ¿Y si se trató de ese hombre o su familia? ¿Qué habrías hecho tú?

—Eso no justifica los robos, los allanamientos y tampoco la intención de homicidio. Podía haber recurrido a las autoridades, están para eso. Ese chico es peligroso y conflictivo.

Limits- KNJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora