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—Deberías imprimirlo y ponerlo en la pared. Así podrías verlo al despertar, al acostarte, lanzarle dardos, montar un altar en plan psicópata obsesiva... —dijo Kina. Estaba tumbada en la cama de Paulina, mientras lanzaba una bola de papel hacia el techo y volvía a atraparla.

Paulina la miró de reojo. Apretó el teléfono que sostenía en la mano y lo lanzó contra la alfombra. La pantalla con el mensaje parpadeó un par de veces antes de apagarse .

—O también podrías estrellar tu teléfono. Es menos sutil pero mucho más efectivo —añadió Kina.

Paulina se puso de pie y comenzó a caminar por la habitación como un león enjaulado. La frustración que sentía le había robado el sueño y hacía que no pudiera estar quieta. Habían pasado diez días desde que Namjoon tuvo el accidente. Diez días desde que desapareció sin ni siquiera despedirse. Tres días después de que se largara le había llegado el mensaje: escueto, directo y demoledor. Lo había leído como un centenar de veces, puede que más. No había derramado ni una lágrima, y no por falta de ganas. Necesitaba ese desahogo casi tanto como respirar, pero no podía. Llorar significaba que aceptaba la ruptura, que se resignaba; y no pensaba hacer ninguna de las dos cosas. Quería explicaciones, necesitaba respuestas. Un Namjoon medio muerto se había evaporado del hospital sin el permiso de los médicos. Según sus amigos, él y su madre habían tomado un avión hasta Santa Fe, de donde no tenía intención de volver. Y hablando de amigos, Yoongi, Jackson y todos los demás también estaban desaparecidos. Yoongi se pasaba el día en el taller; Jackson y Kim en el gimnasio; Jimin y Sandy habían salido del pueblo. Todos aseguraban no tener noticias de Namjoon. Él quería que le dejaran tranquilo y ellos lo respetaban.

—Es que no lo entiendo, Kina. No logro entenderlo. Podía verlo en sus ojos cuando me miraba, yo... yo le importaba. Quería tanto como yo que lo nuestro funcionara —dijo en tono desesperado.

Kina asintió muy seria.

—Estoy segura de eso, cielo. Mientras duró lo creía de verdad, pero en algún momento eso cambió.

—¿En horas? —preguntó Paulina, escéptica.

—En unas horas pueden pasar muchas cosas. Eunwoo recibió una carta y todo se acabó, había algo que le importaba más que yo. Siempre lo supe y no me pilló por sorpresa. Puede que haya ocurrido lo mismo con Namjoon. Quizá, si te paras a pensar, los indicios estaban ahí y no los veías.

Paulina cerró los ojos un instante. Si Kina pretendía darle ánimos, estaba haciéndolo francamente mal. Resopló y volvió a derrumbarse sobre la cama.

—Okey, pues al menos que me lo diga a la cara, ¿no? —El desafío se reflejó en sus ojos—. Después de todo, creo que es lo mínimo que merezco.

Kina se incorporó sobre un codo y contempló a Paulina. Su expresión le dio mala espina.

—¿En qué estás pensando?

Paulina se puso de pie con decisión. Fue hasta el armario y sacó su bolsa de viaje.

—Me voy a Santa Fe en el primer avión que encuentre —aseguró.

Se acercó a la cómoda y tomó de uno de los cajones un estuche de metal cerrado con llave. Lo abrió y sacó una tarjeta de débito.

—Papá me dijo que solo era para emergencias, ¿cuánto crees que costará un billete a Santa Fe?

—¿Lo dices en serio?

—¿Crees que bromeo? —preguntó a su vez Paulina con los ojos entornados.

Kina la estudió un instante. Suspiró resignada.

—No, creo que no.


Limits- KNJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora