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Namjoon salió de la ducha envuelto en una nube de vapor. Se cubrió las caderas con una toalla y se acercó al espejo. Lo limpió con la mano y se quedó mirando su reflejo.

Debía hacer algo que llevaba mucho tiempo evitando: tenía que poner toda su mierda en orden. Debía aceptar el pasado, la culpa, y también perdonarse. Si no lo lograba, el futuro seguiría estando fuera de su alcance. Y también Paulina. No tenía ni idea de por dónde empezar, ni siquiera sabía si podría lograrlo solo; aunque por ella merecía la pena escarbar en la basura.

Había levantado tantos muros para protegerse, que su mente se había convertido en una habitación blanca completamente vacía. Cerró los ojos y se dejó arrastrar hasta aquella noche en la que se enfrentó a su padre. Sus manos aferraron el lavabo, con la sensación de estar retrocediendo para tomar impulso y lanzarse al vacío. Sintió que se le revolvía el estómago y que se le aflojaba todo el cuerpo. No pudo hacerlo, y su mente se quedó al borde del precipicio en el que vagaba peligrosamente desde hacía mucho.

Abrió los ojos y se quedó mirándose fijamente. El agua le goteaba del pelo mojado, y cada gota contra la superficie de cerámica reverberaba en el silencio haciendo que le palpitaran las sienes.

—No soy como tú —le dijo a la presencia que nunca lo abandonaba.

Se vistió con unas bermudas y una camiseta, y fue hasta la cocina para comer algo. Encontró a su madre al teléfono. Parecía muy cansada y se masajeaba las sienes como si le doliera la cabeza.

—Gracias, Vic. Mañana pasaré a firmar el contrato... No me importa empezar con el turno de noche si van a pagar más... Entonces, arreglado... Hasta mañana, Vic. Y gracias de nuevo.

Namjoon se sirvió un vaso de leche.

—¿Qué pasa?

Han se apartó de la pared en la que se había apoyado y se sentó a la mesa.

—Mañana empiezo a trabajar en el servicio de limpieza del hospital. Este mes tendré que hacer el turno de noche.

—¿Por qué? ¿Qué pasa con los Kang? —preguntó Namjoon mientras se sentaba junto a ella.

Han clavó la vista en su hijo y lo observó con atención. Soltó el aire que había estado conteniendo.

—Me han despedido, Namjoon. En cuanto han sabido que te veías con Paulina han tomado cartas en el asunto. ¿De verdad creías que podrías mantener algo así en secreto? ¿Que sus padres o yo no acabaríamos por enterarnos?

Namjoon notó cómo se encendía por dentro.

—Nunca ha sido secreto. Paulina y yo estamos saliendo, y hemos hecho lo que cualquiera. Pasear de la mano, ir a cenar, salir con amigos... ¿Dónde está el problema?

—¿Que dónde está el problema? ¿En qué estabas pensando, hijo? Entre esa chica y tú no puede haber nada. No te conviene, Namjoon. Solo te dará problemas. Tienes que dejarla.

—¿Qué? ¡No! No voy a pasar de ella —negó categórico.

Han se inclinó sobre la mesa, buscando su mirada. Intentó tranquilizarse para razonar con él. Conociéndole, no iba a ser fácil. Por eso perdió la paciencia antes de intentarlo.

—¿Qué esperas que pase? Venga, dime. ¿Vas a ir a la universidad con ella? ¿Se casarán algún día? Cuando se convierta en abogada o juez, ¿crees que querrá un marido que trabaja arreglando los coches de los demás? ¿Les hablará a sus amigos importantes de tu historial de antecedentes? ¿Se sentirá orgullosa de ti?

Namjoon se levantó tan rápido que volcó la silla y la mesa se sacudió sobre sus largas piernas. El vaso de leche se derramó. Miró a su madre como si no la conociera, como a una extraña.

Limits- KNJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora